Ella llegaba todas las mañanas muy tempranito al hospital. Traía colgado de su hombro un bolso que a mi me parecía pesado y en una mano una bolsa con revistas. Si tengo que describir algo que para mi la caracterizaba era "un par de ojos cansados".
No recuerdo su nombre, en realidad no sé si alguna vez lo supe. Pero recuerdo claramente que así tempranito como llegaba, caminaba directamente hacia la UTI (unidad de terapia intensiva) neonatal.
Lavaba sus manos, se ponía la bata esterilizada y caminaba de manera calma y silenciosa hasta a la incubadora de su bebé. Era un bebé muy chiquito, había nacido prematuro y no sabía muy bien cuanto tiempo estaría allí. La visualizo morena, con el pelo atado, y esos ojos cansados que al acercarse a su hijo se iluminaban. Tocaba al bebé por las aberturas de la incubadora, le hablaba. De a ratitos lo podía alzar, poquito tiempo. Le hablaba de forma serena. Le cantaba. Lo acariciaba. Cuando el bebé se dormía ella salía de la UTI, le pedía a la enfermera que le avise si se despertaba.
Caminaba tan serenamente como al llegar por la mañana y se sentaba en el hall de espera en el segundo piso a esperar. Leía alguna revista, sacaba algún tejido del bolso, tomaba un cafecito de máquina. De a ratos caminaba.
Nunca dejaba su puesto de espera y nunca vi a nadie acompañarla. Al mediodía sacaba una vianda, comía poco. Y de tarde volvía a entrar y a repetir la rutina con su bebé. Se quedaba en el hospital hasta la noche, tarde. En una ceremonia seguida a la perfección casi sin sobresaltos, más que los latidos acelerados del corazón de su hijo cuando ella se acercaba a verlo.
No hablaba con nadie. Nadie se acercaba mas que para los informes médicos regulares. En un momento en que nos hicieron salir a todas las mamás que teníamos a nuestros hijos en terapia, alcanzó a decirme que vivía muy lejos, que no podía ir y venir todo el día, que se iba lo mas tarde posible. No cruzamos mas palabras. Cuando me fui con el alta de mi hija, allí estaba ella, sentada junto a su bebé cantando.
2 comentarios:
Cuántas historias, lamentablemente, como estas se repiten a diario.
Duro, muy duro....
Actitudes como la de esa mamá enaltecen a la mujer, a la madre
Si, es cierto, la enaltecen. Ojalá ella lo sienta así también, que haya sabido valorarse y aplaudirse. Hoy, que pasaron ocho años, y habiendo acompañado a tantas mamás en situaciones parecidas desde lo profesional, me queda ese gustito amargo de no haberla ayudado o acompañado, yo estaba muy encima de la recuperación de mi hija Luisina, puérpera y angustiada. La psicóloga estaba guardada en el armario.
Si recuerdo que como yo estaba internada porque mi obra social me lo estiró, le ofrecí mi habitación por si necesitaba refrescarse o lo que fuera. Nunca fue.
Ojalá haya salido todo bien.
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