¿Viste que un día el dolor iba a pasar?
Sé que sentiste que nada podría consolarte. Que la naturaleza no estaba siendo muy generosa con vos. Era casi incomprensible que tu propio cuerpo pudiera dañar algo que deseabas tanto, algo tan querido. Y si, es casi incomprensible.
Sentiste vacío.
Sentiste bronca. Tristeza. Te culpaste. Recorriste con tu mente cada cosa que tomaste, comiste, oliste, tocaste. Te enojaste. Mucho. ¡Qué injusticia!. Tres meses de ilusiones devorados en un sólo instante. Tanta preparación, tanto cuidado. ¡Ay, qué ganas de llorar!. Y encima todos te preguntaron qué pasó, si venía todo perfecto. No tenías ganas de explicar, de comer, de salir, de trabajar, de reír. No tenías ganas.
Deseabas de forma desesperada que el embarazo hubiera seguido adelante, ansiaste más. ¡Qué poco que duró! pero a la vez fue mucho, lo suficiente para imaginarte la panza grande, y el bebé, sobretodo el bebé. ¿Por qué insistían todos en buscar palabras de consuelo que sólo lograban angustiarte y recordarte lo que había pasado?.
Tuvimos una charla por teléfono. Lloramos las dos. Te conté que te entendía, que había pasado por algo parecido. Compartimos esas cosas que se sienten, que se comparten mejor desde la vivencia. Conectarse con el dolor, con la pérdida, es como el primer escalón de la salida.
Los días fueron pasando, y fuiste subiendo mas escalones de a poco. El miedo te tomaba por sorpresa cada vez que la tentación de pensar en otro embarazo se escurría entre tus pensamientos. Calma. Mucha calma. Si no, no ibas a poder. Decisión, deseo inmenso. Tratamiento médico, un poco largo para tu ansiedad. Necesario para prevenir. Y tu marido siempre a tu lado. Por momentos te olvidabas que él también perdió algo. Es que tu cuerpo fue el protagonista de este cuento.
Y un día llegó el permiso que esperaron por largos meses. Otra vez el miedo. ¡Que ilusión!
De nuevo el miedo, pero qué alegría, más miedo, inevitable.
Hoy entre tus brazos duerme tu bebito recién nacido.
¿Viste que un día el dolor iba a pasar?
Llegaste al último escalón. Disfrutalo, descansá, degustá cada segundo de esta inmensidad de ser mamá. Tomá fuerza, que hay mucho más para andar.
Para Carla, con todo mi cariño. Ella sabe.
Sé que sentiste que nada podría consolarte. Que la naturaleza no estaba siendo muy generosa con vos. Era casi incomprensible que tu propio cuerpo pudiera dañar algo que deseabas tanto, algo tan querido. Y si, es casi incomprensible.
Sentiste vacío.
Sentiste bronca. Tristeza. Te culpaste. Recorriste con tu mente cada cosa que tomaste, comiste, oliste, tocaste. Te enojaste. Mucho. ¡Qué injusticia!. Tres meses de ilusiones devorados en un sólo instante. Tanta preparación, tanto cuidado. ¡Ay, qué ganas de llorar!. Y encima todos te preguntaron qué pasó, si venía todo perfecto. No tenías ganas de explicar, de comer, de salir, de trabajar, de reír. No tenías ganas.
Deseabas de forma desesperada que el embarazo hubiera seguido adelante, ansiaste más. ¡Qué poco que duró! pero a la vez fue mucho, lo suficiente para imaginarte la panza grande, y el bebé, sobretodo el bebé. ¿Por qué insistían todos en buscar palabras de consuelo que sólo lograban angustiarte y recordarte lo que había pasado?.
Tuvimos una charla por teléfono. Lloramos las dos. Te conté que te entendía, que había pasado por algo parecido. Compartimos esas cosas que se sienten, que se comparten mejor desde la vivencia. Conectarse con el dolor, con la pérdida, es como el primer escalón de la salida.
Los días fueron pasando, y fuiste subiendo mas escalones de a poco. El miedo te tomaba por sorpresa cada vez que la tentación de pensar en otro embarazo se escurría entre tus pensamientos. Calma. Mucha calma. Si no, no ibas a poder. Decisión, deseo inmenso. Tratamiento médico, un poco largo para tu ansiedad. Necesario para prevenir. Y tu marido siempre a tu lado. Por momentos te olvidabas que él también perdió algo. Es que tu cuerpo fue el protagonista de este cuento.
Y un día llegó el permiso que esperaron por largos meses. Otra vez el miedo. ¡Que ilusión!
De nuevo el miedo, pero qué alegría, más miedo, inevitable.
Hoy entre tus brazos duerme tu bebito recién nacido.
¿Viste que un día el dolor iba a pasar?
Llegaste al último escalón. Disfrutalo, descansá, degustá cada segundo de esta inmensidad de ser mamá. Tomá fuerza, que hay mucho más para andar.
Para Carla, con todo mi cariño. Ella sabe.
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