martes, 8 de julio de 2008

Películas




Me ronda en la cabeza una tarde. Una de sol en mi casa de Ituzaingó en la provincia de Buenos Aires.
Me caracterizan los aires nostálgicos, recordar épocas pasadas al modo cinematográfico, casi en cámara lenta y con sonidos lejanos. Y es así como esa tarde se me aparece. Me transporta por unos instantes a las vacaciones de verano, mucho calor y nosotros sentados en el piso de la galería. Nosotros éramos mi amiga Marisa, su hermano Gustavo y yo. El aburrimiento tedioso de las vacaciones, 30 grados inmovilizantes a las tres de la tarde debajo del techo caliente. Sin embargo no claudicábamos en nuestros esfuerzos sobrehumanos para decidir a que podíamos jugar. Con ellos recorríamos el barrio buscando aventuras y Marisa y yo esquivábamos a Gustavo cuando su instinto de molestarnos lo superaba.
Y detrás de esa escena, comienzan a filtrarse otras en esa casa, con un jardín enorme, la calle de tierra, la zanja atravesando toda la cuadra y oficiando de hogar de miles de renacuajos que jugábamos a pescar. Y como pasa con todo recuerdo, la asociación se dispara y veo la figura de mi mamá recorriendo, en el jardín, un largo camino hasta el portón de calle para recibir a su amiga Susana que llegaba siempre con una puteada en la boca o frases al estilo de: "¿cómo andan mis yeguitas?" (las yeguitas éramos mi hermana y yo). Y pensar en ella me lleva directo a sus hijos Darío y Sergio, fieles amigos de aventuras en bicicleta, trepadas extremas a los árboles de toda la calle Ombú, guerritas de ciruelas maduras, escapes fugaces de las clases de inglés, improvisación de obras de teatro, patines, fútbol, pileta volley.....
Casi podría decir que, mientras los recuerdos me asaltan y las palabras se escriben, las imágenes ya son en blanco y negro. Y entonces veo a mi papá llegar a casa en un Renault 12 blanco siempre con alguna sorpresita en el bolsillo y dispuesto a sacarse el traje para jugar en el pasto, el día que lo persiguieron las avispas porque cortó un panal del ligustro, caminatas hasta la estación. Viene otra vez mi mamá a mi mente, mientras esperaba conmigo en la esquina que pasara el micro naranja que me llevaba a la escuela. Elena, la mamá de Marisa que me miraba desde su casa a ver si llegaba bien a la mía.....Y podría seguir horas enlazando momentos, vivencias, imágenes .....
En septiembre del año pasado viajé a Buenos Aires, Marisa me esperaba, mi gran amiga que a través de los años y en contra de la distancia sigue estando y caminamos juntas desde muchos lugares. Susana murió hace mucho, poco después que nosotros vinimos a vivir a Córdoba. Encontré un abrazo cariñoso de Elena como siempre.
Caminé hasta "mi" casa. Parece que el jardín no era tan grande, el camino hacia el portón no era tan largo. La calle es de asfalto, sin zanjas y sin renacuajos. Y algo más: los micros naranjas ya no existen.
Me quedé unos segundos mirando, y la niña que me habita me pidió volver a mirar el guión original de esta película.
Mi mamá y mi papá me siguen acompañando, las sorpresitas ahora son para mis hijos y eso me encanta. Ellos están siendo los directores de su propia película. Con ese guión inigualable que una infancia con sensaciones lindas asegura.
Los recuerdos de la infancia son tesoros enormes para todo ser humano. Los registros desde los ojos de los niños, los tamaños de las cosas y los otros. Las sensaciones. Todo cuenta a la hora de saber quienes somos a través de nuestra historia. Regalemos a nuestros hijos todos los escenarios posibles para que su película les salga hermosa y les ayude a reconocerse cada vez que la miren. ¿Qué les parece?

3 comentarios:

Pau dijo...

Que lindo blog!!!
ME encato =)

Te sigo leyendo....besos

Verónica Tirados dijo...

Gracias Pau. Espero verte seguido por acá. Tu blog está muy lindo también.
Cariños.
Vero

Marcela y Sergio dijo...

Este post es maravilloso Cuántos recuerdos y emoción hay Saludos Nosotros.