
viernes, 30 de enero de 2009
Tesoro....

sábado, 22 de noviembre de 2008
Dos niños.

jueves, 18 de septiembre de 2008
Lazos para siempre

lunes, 1 de septiembre de 2008
Dos chicos

jueves, 28 de agosto de 2008
Ser madre

jueves, 24 de julio de 2008
Los hijos en el cuerpo

Hay ausencias inocentes y transitorias, salidas, campamentos, cumpleaños, vacaciones.
domingo, 20 de julio de 2008
Día del amigo

martes, 15 de julio de 2008
Ojos cansados

domingo, 13 de julio de 2008
Voces internas

jueves, 10 de julio de 2008
Dolores que pasan

Sé que sentiste que nada podría consolarte. Que la naturaleza no estaba siendo muy generosa con vos. Era casi incomprensible que tu propio cuerpo pudiera dañar algo que deseabas tanto, algo tan querido. Y si, es casi incomprensible.
Sentiste vacío.
Sentiste bronca. Tristeza. Te culpaste. Recorriste con tu mente cada cosa que tomaste, comiste, oliste, tocaste. Te enojaste. Mucho. ¡Qué injusticia!. Tres meses de ilusiones devorados en un sólo instante. Tanta preparación, tanto cuidado. ¡Ay, qué ganas de llorar!. Y encima todos te preguntaron qué pasó, si venía todo perfecto. No tenías ganas de explicar, de comer, de salir, de trabajar, de reír. No tenías ganas.
Deseabas de forma desesperada que el embarazo hubiera seguido adelante, ansiaste más. ¡Qué poco que duró! pero a la vez fue mucho, lo suficiente para imaginarte la panza grande, y el bebé, sobretodo el bebé. ¿Por qué insistían todos en buscar palabras de consuelo que sólo lograban angustiarte y recordarte lo que había pasado?.
Tuvimos una charla por teléfono. Lloramos las dos. Te conté que te entendía, que había pasado por algo parecido. Compartimos esas cosas que se sienten, que se comparten mejor desde la vivencia. Conectarse con el dolor, con la pérdida, es como el primer escalón de la salida.
Los días fueron pasando, y fuiste subiendo mas escalones de a poco. El miedo te tomaba por sorpresa cada vez que la tentación de pensar en otro embarazo se escurría entre tus pensamientos. Calma. Mucha calma. Si no, no ibas a poder. Decisión, deseo inmenso. Tratamiento médico, un poco largo para tu ansiedad. Necesario para prevenir. Y tu marido siempre a tu lado. Por momentos te olvidabas que él también perdió algo. Es que tu cuerpo fue el protagonista de este cuento.
Y un día llegó el permiso que esperaron por largos meses. Otra vez el miedo. ¡Que ilusión!
De nuevo el miedo, pero qué alegría, más miedo, inevitable.
Hoy entre tus brazos duerme tu bebito recién nacido.
¿Viste que un día el dolor iba a pasar?
Llegaste al último escalón. Disfrutalo, descansá, degustá cada segundo de esta inmensidad de ser mamá. Tomá fuerza, que hay mucho más para andar.
Para Carla, con todo mi cariño. Ella sabe.
martes, 8 de julio de 2008
Películas

domingo, 6 de julio de 2008
Con ella NO

El puerto

sábado, 5 de julio de 2008
La Abu Gladys

Gran contadora de historias, de terror, princesas, piratas, países lejanos, historias. Introducía con sus palabras un montón de imágenes, sensaciones y curiosidades que nadie podía igualar.
No había antojo que yo sintiera que mi abuela no fuera capaz de escuchar y cumplir casi de inmediato. Con ella descubrí la magia desbordante de mirar las estrellas en el silencio del barrio de Malvin donde vivía.
Nos sentábamos solas en el jardín en las noches calientes del verano a mirar el cielo, hablando bajito como si el sonido de nuestras voces fuera capaz de desarmar con su vibrar las constelaciones que íbamos descubriendo.

No dudaba en desordenar su cama en un divertido intercambio de cosquillas y carcajadas.
Tenía el exacto sentido de la oportunidad como para preparar unas tortafritas calientes en medio de las tormentas de verano y una buena taza de leche con miel durante las de invierno.
Mi abuela me hizo amar el mar, aprender sus secretos, disfrutar sus sonidos.
Mi abuela me regaló sabores, el dulce de tomate, el pan casero, las tortas de chocolate....
Agradezco a la vida, que ella haya sido eso y mucho más. Agradezco su estar, su contar, su mirar.
Hoy es una bisabuela orgullosa y enamorada de mis hijos. Con sus 82 años y una salud que atenta contra sus impulsos audaces, termina convenciendo al más obsesivo de los médicos y consigue tozudamente el permiso para visitarnos.
Si no lo hiciera, no sería realmente ella.
Gracias Abu.
Todo niño que cuente con unos buenos abuelos cariñosos y dispuestos, ¡que lo disfrute! que es un tesoro para toda la vida.
Luisina. Mi hija

Ocho de la mañana. Sin probar una gota de leche desde las cuatro: una espumita blanca salía por tu boca, el color de tu cara era extraño, los ojos hacia atrás. La enfermera con las reacciones anestesiadas. Te envolví en una manta y corrí por el pasillo hasta la terapia intensiva neonatal, parecía no llegar nunca. Una vez ahí te saqué la ropa y exigí: "no me la devuelven hasta que no vean que le pasa" y me fui con tu ropa para no dejarlos reaccionar, fue lo que me salió.
miércoles, 2 de julio de 2008
¿Y Milagros?

Mónica llegó tarde, cargada de bolsas y con una inmensa panza de ocho meses. Agitada, los ojos entre perdidos, angustiados y en búsqueda de ayuda. El resto de las chicas la miraban acomodar todas las bolsas de ropa de bebé que se le caían. Estaba nerviosa. Había provocado un torbellino en escasos cinco minutos. Cuando logró sentarse en una silla sin soltar del todo las bolsas, pudo decir, respirando de manera entrecortada "me quiero morir, me cambiaron el sexo del bebé".
Mónica fue una mamá muy conectada con el embarazo desde el principio. A pesar de ser de una provincia vecina, tener lejos a su familia y no haber terminado la carrera, ella y su pareja recibieron el embarazo un poco sorprendidos, pero muy felices. Cuando en una ecografía supieron que venía una niñita, le pusieron Milagros. Mónica le hablaba mucho, tocaba la panza casi todo el tiempo, la imaginaba, compraba cositas de nena muy delicadas, suavecitas así como son las cosas de nenas. La nombraba todo el tiempo: "cuando Milagros nazca.... Milagros se mueve como loca....A Milagros le gusta que le canten....." .
Lo cierto es que aquella mañana, la paz que envolvía habitualmente a este binomio Mónica-Milagros, se había esfumado y la angustia podía olerse, sentirse, tocarse.
Cuando Mónica pudo escucharme, sentarse en la colchoneta junto a las otras mamás y respirar mas tranquila, nos fue contando que "era todo un desastre, que muchas cosas las podía cambiar, pero otras no, que el moises era todo rosa y que los chupetes, y que.......". Pará. Le pude decir en un descancito que hizo para tomar aire. "¿Qué te angustia realmente?". "Milagros. Me da pena por ella. Ya no está. Y este bebé que no tiene nombre, que le estuve diciendo Milagros. Pobrecito". Lloró mucho. La acompañamos y la dejamos llorar. Lagrimeaban las otras chicas, y yo la abracé. Fuimos hablando y entendiendo que no importaba si el bebé era Milagros o Facundo, era ese bebé que le despertó sensaciones fuertes, amor.
Mónica fue entendiendo que el bebé no entiende de nombres y de géneros, entiende de sus caricias, sus canciones, su felicidad, el placer de prepararse para recibirlo. La cuchita que fue armando con su pareja para él. Hicimos una despedida de la imágen de Milagros que Mónica había generado para darle paso a la nueva imágen de un hijito varón. Se relajó y casi se duerme entre los almohadones. A las tres semanas nació Facundo, por parto normal. Y la historia continuó.
Cuando esto pasó fue muy fuerte, porque la angustia de Monica era muy grande. Me hizo y me hace pensar mucho en estas imágenes que vamos generando cuando estamos embarazadas, el contacto con el bebé. El lugar que va tomando para nosotras, en la pareja y en la familia. Amarlo, recibirlo, pensarlo, armarle espacio... Eso le hará sentir lo especial de su llegada, la seguridad de estar con nosotras. Es cierto que el hecho que el bebé sea varón o mujer, va a despertar diferentes cuestiones en nosotras en materia de identificaciones, realizaciones, etc. Pero en este caso, el foco estaba puesto en una especie de duelo que Mónica tuvo que realizar del bebé fantaseado, para encontrarse con el real.
Los dos volvieron a trabajar talleres de crianza, y ella recordaba esa mañana con risas, mientras disfrutaba de su bebé.
lunes, 30 de junio de 2008
Casita de cuentos

domingo, 29 de junio de 2008
Mi amiga Vero

viernes, 30 de mayo de 2008
Descubriendo

En segundos imaginó ese mismo recorrido transitado por aquella mujer que en sus recuerdos era hermosa, cariñosa, dulce, comprensiva. La capturó en esas imágenes borrosas que de vez en cuando irrumpían en su cabeza sin poder ella controlarlas. Aunque no siempre quería tener el don de hacerlo, prefería silenciosamente dejar que su madre regresara, aunque fuera de esa manera.
Siguió su recorrido y llegó a la habitación de Felipe. Entró muy despacito. Lo vio abrigadito en su cuna, y pensó: "tiene 7 meses y no puedo dejar de mirarlo". Se agachó suavemente al costado de la cuna, acercó su rostro a Felipe y sintió su olorcito, dejó que el calor que ese pequeño cuerpito generaba la envolviera. Agudizó sus oídos para captar los sonidos casi imperceptibles que su bebé hacía al dormir y su respiración melódica.
Algunas amigas le decían que era muy "pegota"con el bebé, pero ella había aprendido a decir a todo que si, y hacer un ejercicio de filtro permanente de lo que otros pensaban, decían y hacían con esto de ser madre. Y fue encontrando con Felipe su manera de hacerlo.
Siguió mirando un ratito a su hijo, y volvió a recordar a su madre.
¡Partió tan temprano para ella! Su papá se casó con una mujer cariñosa, buena y a quien ella sintió, a traves de los años, como una mamá.
Pero desde el embarazo de Felipe, la imagen de aquella, "su" mamá, a la que tuvo que dejar ir a sus diez años volvía de manera recurrente. Odiaba hasta las lágrimas no tener registros mas claros de ella misma siendo hija de su madre. Anheló relatos, historias algo que la acercara a su propio pasado. Victoria lloró. En silencio......
Lo hacía demasiado seguido para sus permisos habituales de llanto semanal. Ella, que todo lo había superado, que la vida la golpeó, pero también la compensó. Ella, que encontró en su camino a una mamá del corazón que la ama y la acompaña. Ella no llora con frecuencia.
Felipe se movió. Dio algunas vueltas en su cuna, se quejó, corrió las sábanas y la manta. Victoria se levantó del piso lentamente. Lo tapó, le hizo una caricia en su cachete calentito y rosado. Y en ese segundo, volvió a capturar a su madre. La sintió. Supo que había un registro más allá. La invadió la certeza de que siendo mamá, encontraba a su mamá perdida. Entendió que no podía ser sin razón este recorrido nocturno, esta mirada, este saber cuidar intuitivamente a Felipe, la conexión que había entre ellos desde la gestación. Descubrió en un instante que aquella mamá que ella no recordaba, estaba en su interior. Que sus vivencias como hija, guiaban sus pasos como madre. Que no necesitaba relatos, sino escuchar sus voces internas.
Volvió por el pasillo a su habitación. Juan dormía. No la escuchó.
Victoria había encontrado lo que estaba buscando desde el día que supo que sería mamá.