jueves, 26 de febrero de 2009

"Estoy triste"


Alejo dice que esta triste.

Sabe que la salita de 3 a la que fue el año pasado fue dividida y no se encontrará con algunos de sus compañeritos.

Hoy lo volvimos a hablar porque el lunes comienzan las clases. "Mamá te equivocaste" me dijo con lágrimas en sus ojos y un pucherito que se le escapaba.

Le dije que no me equivoqué, que entraban muchos compañeritos nuevos y que sería divertido conocerlos y aprender juntos. Le nombré uno por uno a sus compañeros viejos que se quedarían junto con él y sonreía cuando los nombraba.

Pero lo que mas le molestó fue saber que en la nueva sala hay otro Alejo. Caminó hacia el sillón con su cabecita gacha y se acostó boca abajo.

Al ratito me dice: "Mami, mejor tengo 3 años y me voy a mi salita con la Seño Andrea". Le expliqué (Con un pequeño nudo en la garganta de verlo así) que si hacía eso no iba a encontrar a ningún amiguito y que serían todos muy chiquitos, y que él necesita compartir con chicos mas grandes porque creció. Además le aclaré que cada Alejo sería especial y que los querrían a los dos. Y que como el ya conoce la escuela les puede mostrar los juegos, la granja y el patio a los amigos nuevos.

Se quedó pensando y le propuse armar juntos la mochi, buscar sus cosas, elegir si quería conservar las cosas que usaba antes o comprar nuevas, eligió todo lo que llevaba el año pasado, se colgó su mochi y puso cara de contento...


Desplegó muchas cosas, miedos, pequeños duelos, necesidad de sentirse único y especial, deseo de conservar situaciones conocidas y seguras para él, ansiedad frente a la nueva seño, la salita y los compañeros. Alegría por sus amigos.
Y se agarró fuerte de todas sus cosas de la mochi para llevarlas con él y sentirse seguro. Allá iremos el lunes, de la mano para acompañarlo y verlo crecer, encontrarse con las cosas nuevas, con las de antes, con las que se transformaron. ... Me conmovió escucharlo conectado con las emociones y que pudiera contarlas..


lunes, 23 de febrero de 2009

Exigencias..


Las mamás estamos exigidas. Eso se nota en el discurso de cualquier madre.

muchas son exigencias familiares, de la pareja, los amigos, el jefe, el médico, la vecina...¿sigo?. Mejor no.

En fin exigencias..

Se nos pide eficacia desde diversos planos y lugares.

Rapidez para resolver situaciones conflictivas, ganas de salir, de acunar, de pintarnos, de sostener. Ganas de retomar la vida sexual luego del parto, de quedarnos en casa con el bebé, de salir con amigas, de leer revistas para padres, de jugar.


También esta de moda pedirnos que seamos mamás absolutamente etéreas, desconectadas de las cuestiones terrenales que nos pasan a todos los seres humanos.

Aunque en la contracara de esta moda tenemos a quienes nos señalan si creen que estamos conectandonos demasiado con nuestro lado espiritual y nos tildan de locas.

Si dormimos con el bebé, si no dormimos con él: da lo mismo siempre alguien tiene cosas para opinar. Y así con todo lo que vamos transitando mientras estamos criando, que es una camino largo y no dura solo la primera infancia de los hijos. Para nada, hay mucho más para hacer.

Todo depende de como nos llegue la mirada del otro. Si me prendo o no. Si confío en lo que hago.

Si puedo encontrar "mi" forma. Si puedo buscarla.

Pero sobretodo, si puedo no exigirme todo el tiempo.

Siento que las autoexigencias son las mas pesadas y dificiles de resolver. Por momentos creemos que todo lo hacemos mal en la crianza, y tiene que ver con lo que se juega en ella: nuestros hijos.

Entonces pienso en cuantas de esas exigencias que vienen de afuera, en realidad nos movilizan porque se acoplan con las internas, las que nos ponemos nosotras mismas. Las que nos llevan a querer encajar en el modelo de madre que nos vende una determinada revista, publicidad o experto en crianza.

Caminos. Búsquedas internas.

Confianza en nosotras mismas. Un poco de todo lo que venimos hablando en este espacio...

lunes, 16 de febrero de 2009

Se vienen las clases..


Se acercan las clases.
Los súper se van llenando de útiles.

Los chicos se van reencontrando con los amigos que vuelven de las vacaciones.

Cada uno espera cosas especiales de este año.
Se sienten mas grandes, adivinan cuales serán las maestras que les tocarán.

Las vacaciones se disfrutaron, pero los llama las ganas de ir a su cole, con sus lugares especiales, sus amigos.

Y también ese vínculo que van haciendo con los docentes los estimula. Se relacionan con otros adultos que no son sus papás, generando códigos propios, actividades y aprendizajes de todo tipo.
Hay ansiedad, curiosidad, expectativas.

El año se va poniendo en marcha. Dos semanas para tomar envión y organizar horarios, actividades extraescolares, reuniones, tareas...
Compartir con los chicos estos momentos de prepararse para las clases es importante.

Elegir los útiles, la mochi y todos los accesorios necesarios. Participar, estar ahí para saber como se sienten, que esperan. Acompañarlos.

Para ellos es algo importante y para nosotros también.. Podemos transformar las corridas del arranque en algo para compartir. Tomarnos algo mas de tiempo, pero dejar que ellos participen de los preparativos. Formar parte de momentos tan importante para ellos les da seguridad, confianza y se sienten contenidos. Hasta ponen otro entusiasmo.

Es que si solo nos quedamos con: lo terrible que es andar comprando tantas cosas, que los precios, que las listas, que la gente buscando lo mismo...ellos lo viven como si estuvieran generando malestar.

Arranque de la escuela, aprovechemos para estar con ellos. Mirarlos. Hacerles saber que estamos ahí. Y de paso disfrutemos nosotros también.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Los No


El post de Mai me dejó con esto dando vueltas.
Las demandas de los chicos, los tiempos que corren por carriles particulares, las vivencias que les traen el crecimiento, el registro de los otros, los deseos que no se pueden cumplir.

Tanto se ha escrito sobre límites que termina por marearnos o desvirtuamos lo importante de ponerlos. Pero no desde el estricto lugar de NO porque NO. No desde la lucha por ver si el poder es nuestro o de los hijos.

El límite desde el amor, ese que nos enseña que hay otros seres humanos con necesidades distintas a las nuestras. El que nos recuerda que esperar y tolerar es sano, necesario y positivo. Ese que nos hace pertenecer a una familia, a una sociedad. El que nos hace pasar de ser unos bebés que lloramos para pedir, a ser niños y luego adultos inmersos en la palabra, en el decir, contar, pedir y tolerar.

Ese límite que nos cuenta que no todo es posible sin morir con el descubrimiento. El que nos hace buscar caminos diferentes para buscar eso que queremos obtener.

El límite que nos marca hasta donde puedo llegar con ciertas cosas y personas.

El que nos frustra para volver a empezar.

El límite que se va haciendo presente desde esa vivencia de que mamá tiene otras cosas aparte de cuidarme y responder a mis pedidos. El que aparece cuando ella se va y regresa.

El que se siente cuando me dice "esperá". Sin que eso signifique desamor o abandono.
Muchas veces nos cuestan los no. Otros los dicen en exceso.

Podemos sentirnos malos, duros, sobretodo cuando la respuesta de los niños son berrinches, llantos, malestar.

Pero el gran tesoro que traen estas vivencias es preparación para la vida, para el registro del otro, para la convivencia en diferentes ámbitos.

Siempre pienso que cuando nuestros hijos salen al mundo comparten espacios donde no son "unicos", habrá otros niños, maestros, luego profesores, jefes, compañeros de trabajo y así muchas relaciones. Y las relaciones con los otros siempre traen algunos no, otras tantas frustraciones, y la necesidad de poder acomodarnos para vivir, para convivir, compartir, crecer y caminar desde allí.


Liliana González en su libro "Amor, sexualidad y educación" describe algunos límites estructurales que esta bueno compartir:

"Límite al pecho, a la higiene hecha por mamá cuando ya pueden solos, al nudismo de los adultos, ente otros.
Límites para organizar tiempos y espacios para poder crear hábitos y rutinas.
Límites para proteger su vida: enchufes, techos, balcones.
Límites para preservar a los padres. Donde no se permitan las agresiones verbales ni físicas a los padres.
Límites para cuidar los objetos, como guardar y reparar juguetes para valorarlos.
Límites para distinguir lo propio de lo ajeno. Límites para aprender a convivir: compartir, colaborar, no agredir, esperar.
Aceptar un límite es renunciar a un deseo y eso no es fácil para nadie. Si lo hace es por amor a los padres, o porque termina entendiendo que un NO paterno protege, cuida, ampara, contiene."




Esas cosas pensaba. De estas cuestiones hay mucho para pensar, y cada uno tomará lo que le sirva, aprendemos mientras hacemos. Cuestan los no, pero que necesarios son..

lunes, 2 de febrero de 2009

Animarse..


Escuchaba una conversación entre dos mamás en la sala de pediatría. Una de ellas relataba sus incursiones prácticas en las recomendaciones del "duérmete niño". Los minutos exactos que debía dejar llorar a su bebé antes de entrar a la habitación y el esfuerzo que tenía que hacer para no alzarlo. Decía que su instinto era tenerlo en brazos, acunarlo, pero que recordaba que así el bebé haría con ella lo que quisiera entonces desistía de la idea y seguía esperando a que se calme.


Me quedé pensando en esto del instinto. De no escucharlo, de no permitirse.

Hacer un esfuerzo para no actuar como la naturaleza se lo indica. ¡Cuántas cosas se jugarían internamente en ella en esos momentos!

Y el miedo, miedo de ser tiranizados por un bebé.

Sensaciones fuertes y poco permiso para el disfrute. Situaciones cotidianas que pueden ser resueltas de manera natural y simple, llevadas a complejos momentos de desestructura para la mamá y el bebé que no entiende por qué no accede a los brazos de su madre.
Es cierto que cada madre elige su forma de criar a su niño. Lo hace de acuerdo a su propia historia y sus vivencias mas primarias.

Pero esta bueno que se encuentre realmente con ese modo particular de criar, escuchando lo que su naturaleza, su instinto le marca.

Las mamás nos tenemos que escuchar más. Confiar en nosotras. Darnos permiso para acunar, escuchar, contener. Sin sentir que seremos eternas rehenes de nuestros niños.

Es un camino.

Una aceptación social de la crianza con apego, con contacto, con respeto por los bebés y por las mamás que deciden hacerlo de ese modo.

Un camino que podemos ir abriendo de a poco, sosteniendonos entre padres, madres, amigas.
Encontré un párrafo enriquecedor de Laura Lerner Emmer en su libro "Bienamado bebé":
" Para criar es bueno animarse a las secuencias del desórden y órden, a la vivencia de los ritmos, a los momentos caóticos que interrumpen los ritmos, a la construcción de rutinas cotidianas...saber que las rutinas se pueden cambiar...que pronto sobrevienen los quiebres, a que la vida nos lleva hacia territorios cada vez más inciertos..."