miércoles, 2 de julio de 2008

¿Y Milagros?


Grupo de embarazadas. Pre-parto.
Mónica llegó tarde, cargada de bolsas y con una inmensa panza de ocho meses. Agitada, los ojos entre perdidos, angustiados y en búsqueda de ayuda. El resto de las chicas la miraban acomodar todas las bolsas de ropa de bebé que se le caían. Estaba nerviosa. Había provocado un torbellino en escasos cinco minutos. Cuando logró sentarse en una silla sin soltar del todo las bolsas, pudo decir, respirando de manera entrecortada "me quiero morir, me cambiaron el sexo del bebé".

Mónica fue una mamá muy conectada con el embarazo desde el principio. A pesar de ser de una provincia vecina, tener lejos a su familia y no haber terminado la carrera, ella y su pareja recibieron el embarazo un poco sorprendidos, pero muy felices. Cuando en una ecografía supieron que venía una niñita, le pusieron Milagros. Mónica le hablaba mucho, tocaba la panza casi todo el tiempo, la imaginaba, compraba cositas de nena muy delicadas, suavecitas así como son las cosas de nenas. La nombraba todo el tiempo: "cuando Milagros nazca.... Milagros se mueve como loca....A Milagros le gusta que le canten....." .

Lo cierto es que aquella mañana, la paz que envolvía habitualmente a este binomio Mónica-Milagros, se había esfumado y la angustia podía olerse, sentirse, tocarse.
Cuando Mónica pudo escucharme, sentarse en la colchoneta junto a las otras mamás y respirar mas tranquila, nos fue contando que "era todo un desastre, que muchas cosas las podía cambiar, pero otras no, que el moises era todo rosa y que los chupetes, y que.......". Pará. Le pude decir en un descancito que hizo para tomar aire. "¿Qué te angustia realmente?". "Milagros. Me da pena por ella. Ya no está. Y este bebé que no tiene nombre, que le estuve diciendo Milagros. Pobrecito". Lloró mucho. La acompañamos y la dejamos llorar. Lagrimeaban las otras chicas, y yo la abracé. Fuimos hablando y entendiendo que no importaba si el bebé era Milagros o Facundo, era ese bebé que le despertó sensaciones fuertes, amor.
Mónica fue entendiendo que el bebé no entiende de nombres y de géneros, entiende de sus caricias, sus canciones, su felicidad, el placer de prepararse para recibirlo. La cuchita que fue armando con su pareja para él. Hicimos una despedida de la imágen de Milagros que Mónica había generado para darle paso a la nueva imágen de un hijito varón. Se relajó y casi se duerme entre los almohadones. A las tres semanas nació Facundo, por parto normal. Y la historia continuó.

Cuando esto pasó fue muy fuerte, porque la angustia de Monica era muy grande. Me hizo y me hace pensar mucho en estas imágenes que vamos generando cuando estamos embarazadas, el contacto con el bebé. El lugar que va tomando para nosotras, en la pareja y en la familia. Amarlo, recibirlo, pensarlo, armarle espacio... Eso le hará sentir lo especial de su llegada, la seguridad de estar con nosotras. Es cierto que el hecho que el bebé sea varón o mujer, va a despertar diferentes cuestiones en nosotras en materia de identificaciones, realizaciones, etc. Pero en este caso, el foco estaba puesto en una especie de duelo que Mónica tuvo que realizar del bebé fantaseado, para encontrarse con el real.

Los dos volvieron a trabajar talleres de crianza, y ella recordaba esa mañana con risas, mientras disfrutaba de su bebé.



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