lunes, 30 de junio de 2008

Casita de cuentos


Ella se cansa.
Ella trabaja. Mucho. Pero trabaja en lo que le gusta, lo disfruta.
Ella soñó alguna vez con la casita de cuentos donde sería una mamá amorosa, con un papá amoroso y un hijo...también amoroso. O más de un hijo.
Ella es una mamá amorosa. Su hijo también es amoroso.
Ella entendió, con esfuerzo, que el papá amoroso no pudo ser. Al menos en la casita.
Lloró. Mucho.
Ella transitó un largo camino, se sintió sola, lo culpó, se culpó, intentó muchos y variados llamados de atención, algunos coloridos y otros no tanto. Se resistía a abandonar su sueño.
Fue su hijo, aún bebé quien la fue sacando de ese lugar. Y ella se dejó sacar. A ver, como explicarlo, encontró frente a ella un bebé real, pidiendo lo que todo bebé pide. Y una pareja pidiendo también lo que todo bebé pide. Y la elección no le costó. O si, pero eligió.

Ella practicó una especie de zambullida desesperada en sus recursos para sostener, calmar, abrigar y complacer a su hijo. Nadie la sostenía. Pero ella pudo. Con esfuerzo.
Por amor. A su hijo y a la parte del sueño que podía rescatar.
Ella se fue. Con el bebé. La pasan bien. Se quieren. Se ríen. Cantan. Se enojan.
El papá, es un papá amoroso con su hijo. Sin la casita.
Lo que mas admiran en ella, es que ya no lo culpa.
Ella entiende que juntos no les salía. El todavía la culpa a ella. Sigue sin ver.
Ella aveces se siente sola, y vuelve a soñar con la casita de cuentos deseando que la zambullida haya dejado gotitas que la guíen por otro camino sin repetirse.

Ella va a poder. Está intentando.
Todos tenemos nuestra casita de cuentos. Cada uno le pone sus condimentos a esta fantasía, pero soñamos, deseamos y anhelamos. En ocasiones, el sueño no se realiza y se transforma. He acompañado a algunas mujeres que siento reflejadas en Ella. En cada una yo admiré la zambullida en los recursos mas primarios escondidos y el rescate que eso les produjo.
Me han hecho pensar en los caminos diferentes que la maternidad y paternidad le impone a nuestras vidas. Cómo en ocasiones puede enfrentarnos con rupturas, porque nos muestra ese lugar de quiebres con el otro y con lo que creímos tener.
No siempre un hijo une. No cuando el proyecto común está ausente, cuando las miradas no se comparten o cuando vimos en el otro lo que queríamos y no lo que había. Todavía escucho en algunas consultas esa frase "pensamos que un hijo nos iba a unir", en vez de estar unidos para tener un hijo. En muchas consultas. Siempre me deja pensando. ¡Cuanta tarea para ese hijo! ¿no?

Querer al paciente


Que alivio sentí cuando al empezar un curso de formación en psicopatología, la "Chiqui" Grangeat arrancó diciendo: "si no pueden querer al paciente que tienen frente a ustedes, no lo van a poder ayudar".

Desde que comencé a ejercer, sentí que algo de eso había pero, contratransferencialmente, no puede uno andar queriendo a sus pacientes, y si lo hace, mejor que corra a su analista a ver que le está pasando con las figuras significativas de su primera infancia, que se estan entrometiendo en su labor.

Siempre sentí que si yo no sentía ese "querer" a quien tengo adelante, no íbamos a llegar muy lejos. Más aún cuando mi elección fue trabajar con madres, embarazadas, puérperas, toda madre que se cuestione sobre la crianza y sobre ella misma.

Y, por suerte dejé que estas sensaciones fluyeran sin tanta rosca. Me dejé y me dejo conmover con cada historia, con cada nacimiento, con las lágrimas que amenudo estallan durante los puerperios, con la teta que no fluye y las parejas conmocionadas. Me permití emocionarme junto a las familias, entristecerme cuando las cosas no salen tan bien, y extenderme lo necesario para que las mamás se vayan tranquilas.
Y no, no me voy a ganar el premio al encuadre, pero siento que mi tarea es mas eficiente, mas real, y yo la disfruto así.

Con los grupos pasa lo mismo, ¿cómo hacemos para jugar a que nada nos sensibiliza ni nos llega?. Yo, por suerte, no puedo. Es desde ese entender al otro en sus sensaciones que podemos utilizar nuestros recursos profesionales para ayudarlo y generar en el ámbito grupal cuestiones empáticas y de registro del otro.

Y la escucha, que bueno escuchar a ese ser que tenemos delante y no lo que queremos escuchar para que encajen nuestras hipótesis. Que bueno captar al otro. Recuerdo un seminario de crianza en el cual la coordinadora se abocaba a buscar en todos los casos clínicos el "hueco de madre" que toda puérpera "debe" dejar traslucir y yo sentia que nos estábamos perdiendo de escuchar más, de bucear junto a esas madres por sus propios huecos y espacios sin imponernos, sin violentar, sin dirigir.

Todos miramos desde algún lugar, teorizamos y tenemos nuestras guías de trabajo, lo que a mi me ha servido es ampliar esa mirada, buscar en diferentes autores, marcos teóricos, técnicas.

Gracias Chiqui por aquellas palabras tan precisas.

Y gracias a quienes me dejan compartir una parte importante de su caminar.

domingo, 29 de junio de 2008

Función deseante


Hugo Bleichmar, psicoanalista, con una mirada clínica aguda y una forma de escribir tan rica y amena como profunda. En el libro Avances en psicoterapia psicoanalítica al abordar el tema de la función deseante introduce la idea de el otro como instaurador trabajada por Laplanche.

En el capítulo sobre intervenciones terapéuticas diferenciadas, bajo el título de ¿medio facilitador o medio proveedor? dice: "....El instinto como potencionalidad requiere que un otro humano transfunda, por medio de la vitalidad del contacto corporal, de la caricia que erogeniza, del movimiento de brazos que arrastran, de la mirada que hace vivir y crea ciertas emociones, y luego, mediante el discurso que evoca y reestructura lo anterior y que describe con entusiasmo la realidad, algo que no está en el sujeto antes del encuentro. Los padres transmiten vitalidad, deseo -no unicamente la temática sino la fuerza del desear- y generan algo que antes no existía.(.........) Se vé la importancia que reviste que al sujeto le puedan haber tocado en suerte padres entusiastas que se implican en todo: vínculos, acontecimientos, actividades. Esos padres van creando una realidad atractiva pues han aportado para la identificación una vigorosa función deseante.(..) ¿Qué pasa si auno le tocaron padres apagados, desvitalizados? La estructuración del sujeto deseante estará en déficit. Hasta la risa, para la cual existen organizadores biológicos, requiere de un otro para su desarrollo y no unicamente como compañero que comparta y estimule sino como modelo identificatorio.

Hay familias que ríen y otras que apagan la potencialidad de reir hasta hacerla desaparecer...."

Esta última frase me resulta muy fuerte y contundente.
Es increíble como se dejan entrever estas cosas, como hay pacientes que nos muestran esa ausencia descarnada de deseo y alegría de vivir, como nos encontramos frente a familias en las que no circulan fluidamente.

Quería compartirlo porque a mi me gusta particularmente esta mirada y creo que todos los que estamos criando niños podemos aprovecharlo. Ojalá les guste.

Los dos tomates.


Las mañanas de los martes en el consultorio tienen algo especial.

Grupo terapéutico. Mujeres ellas. Cada una con su mochila a cuestas, intentando que el peso no sea lascivo. Queriendo sacar del equipaje lo que no les corresponde y devolverlo al incauto que se atrevió a hacerlas cargo de semejante peso.
El mate calentito, alguna cosita rica que traen para enfrentar la tarea y ganas, muchas ganas.
Si se escribiera una novela con ellas como protagonistas, cada una sería un prototipo de mujer ideal para describir aspectos diferentes de la personalidad.

En una sesión, ante una situación que una de ellas trajo, yo intenté mostrarle que estaba esperando cosas del otro que, sabía de antemano, no podía darle. Para cerrar le dije, mirá la heladera, y si ves dos tomates, no te figures que hay un kilo, hay dos tomates. Después irás al súper, pero por el momento hay dos tomates.

La cuestión es que el resto del grupo se prendió del concepto y comenzaron a buscar sus dos tomates y la posibilidad remota o concreta de ir al súper para llenar la heladera o cambiar su contenido.
Sé que no es un gran concepto teórico en el desarrollo contemporáneo de la psicoterapia, pero ¡que bien que nos vino!.

Desde ese día el grupo de los martes ha instaurado como símbolo oficial y rotulante, el de dos tomates que tenemos graficado en una imágen que nos acompaña en las sesiones.

Mi amiga Vero


Desde el día que se fue, me cuesta escribirla.

Se mezclan una especie de tristeza con la incertidumbre de saber si tengo el derecho de hacerlo.Mañana se cumplirán once meses. La extraño. Me duele su forma de partir.

Finalmente son la tristeza, el dolor y la incertidumbre, los que me abren el paso para dejar salir las palabras, atragantadas en este tiempo.
Que misterioso el destino, ¿el destino?. No sé, quizás se trate de la forma en que uno decodifica los hechos que lo rodean, enlazando momentos, imágenes, vivencias y le pone un hermoso moño que llamamos destino. Y cerramos.

En este caso, el "destino" nos reunió en una cruzada de momentos cotidianos casi desbordantes para muchas madres. Nos elegimos de algún modo. En el patio de la escuela de los chicos que cursaban juntos tercer grado. Su nombre también era Verónica.
No fuimos grandes amigas, fuimos parte de esa red increíble de sostenes femeninos que en la jerga de las madres se llama pull, traducido al resto del mundo: una lleva la otra trae, si una no llega a tiempo a la salida de la escuela la otra retira sus chicos y los tiene hasta que sea necesario, hoy comen todos en casa y mañana te los llevas a la tuya, dejá que yo voy a la librería y compro para los dos....se entiende ¿no?.

No fuimos grandes amigas, pero entre un pull y otro nos fuimos contando cosas, compartiendo experiencias, escuchandonos.
Ella me decía "que hacés Verito" y para mi era un sonido cómplice de todas esas "gambas" que nos hacíamos.
La última tarde que compartimos, Vero se sentó frente a mí con su panza de cinco meses y medio de embarazo, el mate, la yerba y aguita caliente. Tomé sus mates dulces aunque me gustan amargos, y casi no lo sentí. Hablamos mucho, mucho. ¡Al fin una charla sin los chicos que nos apuren o nos griten desde el auto en marcha!. Hablamos de nuestros hijos, de la bebita que venía en camino, pensábamos como organizarnos los primeros meses sin que ella se moviera mucho. Y de otras cosas, que quiero guardar para mí. Nos hizo bien. Nos despedimos con un abrazo y un beso y yo me fui a buscar a nuestras hijas que estaban practicando hokey.
¡Qué ganas de que el resto no hubiera pasado! Ojalá fuera una pesadilla, una película o algo distinto a la realidad que es.

El lunes siguiente, el corazón de Vero dejó de latir. Así, de repente. Después de traer a casa a mis hijos Luisina y Ezequiel. Cuando el martes a la salida de la escuela otra mamá intentaba decirme lo que había pasado, yo se lo negaba, le repetía "estas equivocada, ella me llevó los chicos a casa" como una loca, no queriendo escuchar la verdad de sus palabras, tan duras, incomprensibles, dolorosas. Su beba se fue también.
No recuerdo como se lo dije a los chicos cuando salieron. Llamé a Kike que corrió a encontrarnos. Eze quería estar con su amigo. Y yo sólo pensaba en ella. Le preguntaba en mi cabeza ¿qué te pasó? ¿qué te pasó?.
Los meses que siguieron fueron raros.
Algunas mamás se ofrecían a llevar a los chicos en los horarios en que lo hacía ella y yo sentía enojo, me encaprichaba pensando "quiero que los lleve Vero".
Su hijo vino a casa mucho mas seguido que antes y juntos la fuimos trayendo con palabras, imágenes y recuerdos. Lloramos y nos reímos con anécdotas graciosas.

Mi tristeza se fue transformando, cambió de lugar, de intensidad. Pasó por lugares muy diversos. Me llegué a plantear muchas cosas que tienen que ver con el tiempo compartido con los chicos, el ritmo de vida que llevamos, las cosas importantes y las que no lo son tanto y que a veces nos demandan demasiado tiempo y energía.
Tengo que confesar que el sufrimiento de sus hijos es mi punto débil. Tan chiquitos, perdiendo a su mamá embarazada. Pensé en mis hijos, en nuestra familia....
Hoy, a casi un año, llevo muchas charlas conmigo misma y con ella a través del recuerdo de palabras que fuimos cruzando, entrelazando y escuchando. La voy entendiendo más cada día. Quiero tenerla conmigo desde ahí, desde los encuentros, lo compartido, lo que nos unió.

No sé si está bien o mal. Es lo que puedo. Por ahora.

viernes, 27 de junio de 2008

Grupos de crianza














Juntas, encontramos nuevos caminos.
Nos acompañamos. Compartimos experiencias. Nos reímos mucho.
Pero también lloramos.
Nos vamos conociendo y algo de ella lo siento en mí. Eso que en mi no veo tan fácil.

Nos escuchamos. Pintamos. Leemos cuentos. Escribimos.
Buceamos en nuestras historias de vida.
Entramos en turbulencias difíciles pero salimos de la mano.
Nos sostenemos. Nos enojamos. Nos amigamos.

Tenemos un espacio semanal para nosotras. Sólo para nosotras.
Pensamos, crecemos, a partir de la mirada del otro.
Registramos, al otro y a nosotras mismas.


Juntas, es mas fácil descubrir nuestro camino recorrido. Somos diferentes pero parecidas.

Sólo necesitamos abrir puertas. Dejar que nuestras luces se enciendan. Subirnos a los remolinos de los que somos parte y viajar, volar, soñar, caminar.....sentir.

Sigamos, que hay mucho por andar.