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martes, 19 de agosto de 2008

Cinco días


Cinco días.

Eran los que faltaban para el momento de la cesárea programada.


Largos. Muy largos. Pero, poco tiempo en realidad.


Ella llegó buscando una mirada, un permiso, alguien que la acompañara y pusiera cierto orden en tanto dolor.

La acompañaba su marido. Quebrado hasta las lágrimas.

Rara, poderosa e imprevisible, la naturaleza les jugó una mala pasada. El corazón de su bebita no podría latir por mucho tiempo una vez que dejara la panza de su mamá.

En esos últimos días todos habían opinado: que no le contaran nada a sus hermanitos, que no la vieran para no "encariñarse", que mandaran a los chicos a casa de unos familiares en otras provincias....

No les voy a ocultar que por más psicología que uno estudie estas cosas le mueven el centro mismo de su cuerpo. Bueno, al menos a mí. Y no me da vergüenza.


Pensaba muchas cosas mientras ellos me contaban un poco la historia de los diagnósticos, los cambios de médicos y la fecha de la cesárea. Sobretodo ayudarlos a encontrar su manera particular de transitar ese momento, bucear un poquito en la historia de cada uno y de la pareja para captarlos. Frente a estas cosas el camino que se elija transitar será definitivo para el duelo que se habrá de elaborar. Duelo de los mas difíciles. Perder un hijo. Una hija en este caso.


Largas horas en el consultorio ese día y el día siguiente. Una mezcla, un torbellino de emociones, de sensaciones, de palabras.

Caminamos juntos esos dos días en lo cuales estos papás pudieron esclarecer la manera de conectar a sus dos hijos con lo que estaba pasando, con palabras claras, sinceras.

Pudieron encontrar que deseaban estar con su hija hasta el último momento. Ella quería darle la teta, hacerla sentir todo ese amor, darle el derecho y el privilegio del contacto con su mamá, y tomar ella misma todo lo que pudiera de los días que compartiera con la beba.

Fui al hospital. Los encontré a los cinco en la habitación. Sus hermanitos la abrazaban, la besaban, hablaban con ella. El papá los invitó a salir con él un rato.

La mamá la amamantaba. Se miraban.
Con una intensidad absoluta. Sabiendo que cada minuto era único, irrepetible y necesario.
La beba se fue rodeada de sus papás. En brazos de su mamá, con ropita de sus hermanos.
Con las voces de los que mas la amaban a su alrededor. Con canciones de su mamá.
Con palabras de amor, con brazos, con mimos.....

Al pasar el tiempo, la mamá pudo entender lo importante de esos dias compartidos con su hija. Saber que estuvo ahí para recibirla, para darle todo lo que podía la dejaba tranquila. En paz con ella misma. Acompañarla en su partida fue el camino de entrada a un duelo doloroso, triste, pero sano. Con una íntima y real conexión con todo lo que le había pasado.
También pasan estas cosas. Por eso elegí contarlo.
La maternidad muchas veces nos regala experiencias con mucha luz y alegrías inmensas y a veces se transita por caminos distintos. Cuanto mas apropiados estemos de esos caminos, mas liviano es el peso.

Hay muchas historias como esta. El abordaje desde lo terapéutico de estas situaciones debe ser muy respetuoso de las creencias, las necesidades y las decisiones de los protagonistas. Acompañar, sostener, esclarecer, todo con respeto, cuidado y seguridad.

miércoles, 30 de julio de 2008

30 de julio


Hoy es 30 de julio.
Un beso a la Vero que recuerdo.

A la de ojos claros imponentes.
A la que llegaba a buscar a los chicos al cole. Tan linda, alta.
A la Vero que consiguió que le sacara una penitencia a Eze para que fuera al cumple de su hijo Luca.
A la que me prestó la plancha cuando la mía se rompía sin parar.
A la que me cebaba mates dulces.
A la que se conectaba con la sensibilidad de sus hijos y los escuchaba.
A la que charlaba conmigo mientras los chicos nos gritaban "vamos a casa" desde el auto.
A la Vero que guardo conmigo. De forma especial desde hace un año.


Hoy es 30 de julio.
¡Qué tristeza!
Pero que suerte haberla conocido.
Y en ella a todas las mamás que se van. Porque también hay niños que pierden a sus mamás. En este blog solemos contar historias de crianza, de embarazos, de puerperios. Hablamos mucho de las mamás que están, que habitan, que hacen. Pero ellas, las que se fueron, también son mamás.

domingo, 29 de junio de 2008

Mi amiga Vero


Desde el día que se fue, me cuesta escribirla.

Se mezclan una especie de tristeza con la incertidumbre de saber si tengo el derecho de hacerlo.Mañana se cumplirán once meses. La extraño. Me duele su forma de partir.

Finalmente son la tristeza, el dolor y la incertidumbre, los que me abren el paso para dejar salir las palabras, atragantadas en este tiempo.
Que misterioso el destino, ¿el destino?. No sé, quizás se trate de la forma en que uno decodifica los hechos que lo rodean, enlazando momentos, imágenes, vivencias y le pone un hermoso moño que llamamos destino. Y cerramos.

En este caso, el "destino" nos reunió en una cruzada de momentos cotidianos casi desbordantes para muchas madres. Nos elegimos de algún modo. En el patio de la escuela de los chicos que cursaban juntos tercer grado. Su nombre también era Verónica.
No fuimos grandes amigas, fuimos parte de esa red increíble de sostenes femeninos que en la jerga de las madres se llama pull, traducido al resto del mundo: una lleva la otra trae, si una no llega a tiempo a la salida de la escuela la otra retira sus chicos y los tiene hasta que sea necesario, hoy comen todos en casa y mañana te los llevas a la tuya, dejá que yo voy a la librería y compro para los dos....se entiende ¿no?.

No fuimos grandes amigas, pero entre un pull y otro nos fuimos contando cosas, compartiendo experiencias, escuchandonos.
Ella me decía "que hacés Verito" y para mi era un sonido cómplice de todas esas "gambas" que nos hacíamos.
La última tarde que compartimos, Vero se sentó frente a mí con su panza de cinco meses y medio de embarazo, el mate, la yerba y aguita caliente. Tomé sus mates dulces aunque me gustan amargos, y casi no lo sentí. Hablamos mucho, mucho. ¡Al fin una charla sin los chicos que nos apuren o nos griten desde el auto en marcha!. Hablamos de nuestros hijos, de la bebita que venía en camino, pensábamos como organizarnos los primeros meses sin que ella se moviera mucho. Y de otras cosas, que quiero guardar para mí. Nos hizo bien. Nos despedimos con un abrazo y un beso y yo me fui a buscar a nuestras hijas que estaban practicando hokey.
¡Qué ganas de que el resto no hubiera pasado! Ojalá fuera una pesadilla, una película o algo distinto a la realidad que es.

El lunes siguiente, el corazón de Vero dejó de latir. Así, de repente. Después de traer a casa a mis hijos Luisina y Ezequiel. Cuando el martes a la salida de la escuela otra mamá intentaba decirme lo que había pasado, yo se lo negaba, le repetía "estas equivocada, ella me llevó los chicos a casa" como una loca, no queriendo escuchar la verdad de sus palabras, tan duras, incomprensibles, dolorosas. Su beba se fue también.
No recuerdo como se lo dije a los chicos cuando salieron. Llamé a Kike que corrió a encontrarnos. Eze quería estar con su amigo. Y yo sólo pensaba en ella. Le preguntaba en mi cabeza ¿qué te pasó? ¿qué te pasó?.
Los meses que siguieron fueron raros.
Algunas mamás se ofrecían a llevar a los chicos en los horarios en que lo hacía ella y yo sentía enojo, me encaprichaba pensando "quiero que los lleve Vero".
Su hijo vino a casa mucho mas seguido que antes y juntos la fuimos trayendo con palabras, imágenes y recuerdos. Lloramos y nos reímos con anécdotas graciosas.

Mi tristeza se fue transformando, cambió de lugar, de intensidad. Pasó por lugares muy diversos. Me llegué a plantear muchas cosas que tienen que ver con el tiempo compartido con los chicos, el ritmo de vida que llevamos, las cosas importantes y las que no lo son tanto y que a veces nos demandan demasiado tiempo y energía.
Tengo que confesar que el sufrimiento de sus hijos es mi punto débil. Tan chiquitos, perdiendo a su mamá embarazada. Pensé en mis hijos, en nuestra familia....
Hoy, a casi un año, llevo muchas charlas conmigo misma y con ella a través del recuerdo de palabras que fuimos cruzando, entrelazando y escuchando. La voy entendiendo más cada día. Quiero tenerla conmigo desde ahí, desde los encuentros, lo compartido, lo que nos unió.

No sé si está bien o mal. Es lo que puedo. Por ahora.