jueves, 31 de julio de 2008

Se lo perdió.


Me llamó por teléfono una tarde.
"¿Me acompañas al hospital? va a nacer el bebé y mi marido no se anima."
El corazón me latía fuerte. ¡Qué emoción!
Acomodé las cosas en casa y me fui ansiosa para allá.
El mismo lugar donde hacía pocos meses habíamos recibido a Ezequiel.
Se movían muchas cosas dentro mío.

Cuando abrí la puerta de preparto, la vi llorando de dolor. Su marido escasamente podía moverse. Estaba durito al lado de la cama, haciendo un movimiento como de palmaditas sobre su espalda.

Apenas me vio entrar, este papá asustado se acercó y me dijo: "que suerte que llegaste, yo estoy afuera". Me quedé dura. No podía creer. Yo recién me iniciaba en este mundo del preparto, la crianza, mi propia maternidad. Una sabe que hay papás que no se animan, que no quieren, que no pueden, pero fue la primera muestra viviente que encontré.

Entonces pensé que para mi no había sido una opción cuestionarme si mi marido iba a estar o no. Era "obvio" que entraba, porque él tampoco se lo cuestionaba, ¿como se iba a perder ese momento?. Y estuvo desde el principio al final. Y recorriendo el pasillo desde la habitación hasta la neo cuando Eze quedó un ratito en observación. Y le cambió sus primeros pañales porque yo no me animaba, y lo bañaba con total soltura y seguridad, y...tantas cosas.

Cuando volví de esa asociación rápida de pensamientos, acompañé a Sandra en su trabajo de parto. Respiramos juntas, buscamos posiciones cómodas. Se calmó. Y un segundo antes de entrar a sala de partos apareció su marido, entonces la enfermera quiso darle una bata: "no, son cosas de mujeres", la frenó.
Volví a pensar en segundos "¡¡no puedo creer que se lo vaya a perder!!" Con lo lindo que había sido para Kike (mi marido).


Sandra tuvo un parto natural. Un bebé hermoso.

Y una vez que todo terminó él se acercó para alzarlo.
Yo me fui a casa. Entendí que cada uno hace lo que puede y como puede.

Pero cuando los vi a Kike y a Eze juntos, volví a sentir que aquel papá "se lo perdió".

Mudanza. ¿Me aguantan?


A todos mis amigos blogeros.
A las mamás fieles que leen todos los posts a diario.
A los papás (especialmente Sergio que no falla nunca).



Hoy, 31 de julio me mudo de casa y NO TENGO INTERNET.

Dejé unos posts programados, pero no sé en que momento voy a poder ir a revisar los comentarios. Saben que a mi me gusta contestar a diario.

Así que ¡¡si me hacen el aguante se agradece!!. Supongo que lunes o martes ya tendré todo habilitado y si no, me arreglo y entre el consultorio, los chicos y las cajas que queden dando vueltas, voy a casa de mi amiga Verónica que muy amablemente ofreció su compu para este fin . Gracias Verin, ¡Te quiero!

Bueno, espero que igual les gusten los posts que preparé para estos días.
Gracias por estar siempre en contacto y por los valiosos aportes.
Cariños a todos.

miércoles, 30 de julio de 2008

30 de julio


Hoy es 30 de julio.
Un beso a la Vero que recuerdo.

A la de ojos claros imponentes.
A la que llegaba a buscar a los chicos al cole. Tan linda, alta.
A la Vero que consiguió que le sacara una penitencia a Eze para que fuera al cumple de su hijo Luca.
A la que me prestó la plancha cuando la mía se rompía sin parar.
A la que me cebaba mates dulces.
A la que se conectaba con la sensibilidad de sus hijos y los escuchaba.
A la que charlaba conmigo mientras los chicos nos gritaban "vamos a casa" desde el auto.
A la Vero que guardo conmigo. De forma especial desde hace un año.


Hoy es 30 de julio.
¡Qué tristeza!
Pero que suerte haberla conocido.
Y en ella a todas las mamás que se van. Porque también hay niños que pierden a sus mamás. En este blog solemos contar historias de crianza, de embarazos, de puerperios. Hablamos mucho de las mamás que están, que habitan, que hacen. Pero ellas, las que se fueron, también son mamás.

Diálogo poco amable 2





Y si. Después de la publicación del primer diálogo poco amable, tenían que llegar más a mi memoria.
Cuando me estaba yendo del hospital después del nacimiento de Alejo, vino una pediatra a darle el alta a él.

Mientras hablaba sin ninguna conexión visual con mi persona, osea la madre puérpera de ese diminuto ser recién nacido, anotaba en un papelito: 3-6-9-12-3-6-9:

- Le vas a dar teta a las 3, a las 6 a las 9 a las 12...... A la semana cuando te pida la de las 3, le vas a dar un golpecito en la espalda, le ponés el chupete y que no tome, así empieza a dormir de madrugada. Si no tira más horas, la última toma de la noche que sea mamadera que lo llena más. (¡¡Y me anotó las medidas y la marca de la leche!!)
Yo trataba de contener mis palabras para no ser grosera, pero ella desconociendo que a quien le hablaba se le iban subiendo infinidad de posibles exabruptos a la cabeza, hizo la pregunta justa:

-¿te quedó claro?

- Si. Lo que no me queda claro es que usted no sepa que el bebé toma cuando quiere, y si pide es porque necesita. Y menos que con un golpecito en la espalda se resuelva algo como si fuera un perrito.

La verdad, no me contestó nada.
Agarró su papelito y se fue.
Creo que fui grosera igual.
Pensé en ese momento, y pienso ahora en todas las mamás que reciben esas indicaciones por día, y que si no estan informadas pueden llegar a intentar cumplirlas. ¡Cómo sufrirán ellas y sus bebés!. Y confieso que me divertí con la respuesta y más con la cara de la médica. Pero porque sabía qué hacer y estaba muy segura de querer amamantar a Alejo a demanda y de manera exclusiva. Respetando su hambre y su sueño y sus ganas de llorar y de estar conmigo. Aveces los profesionales de la "salud" pueden complicar las cosas ¿no?.

martes, 29 de julio de 2008

Las verdades


Ellos nos miran todo el tiempo.
Somos "los grandes". Esperan de nosotros palabras, gestos.
Nos miran cuando hacemos, cuando decimos. Miran qué hacemos y qué decimos.
Nos ven darle mil vueltas a algunos asuntos antes de poder explicárselos.
Nos miran mientras hacemos malabares con información que, sentimos, los puede lastimar.
Nos perciben enroscándonos en cada frase esclarecedora que no llega.
Ellos son "los chicos". Los amamos y no queremos que sufran. Entonces para protegerlos llegamos a mentirles, a ocultarles cosas que pasan en la familia, a dibujarles un sol enorme y reluciente en un día de los mas tormentosos de la historia. Y ellos también nos miran mientras lo hacemos.
Y entonces sin querer, los dejamos sin recursos para enfrentar cosas de la vida, la muerte, las separaciones, las crisis familiares. Sacamos de sus manos la posibilidad de amasar lo que les pasa a ellos con estas cosas. Seguimos midiendo desde nosotros. Creemos que ellos "no saben", "no se dan cuenta". Lo complicado es que no sólo se dan cuenta de ESO que pasa, sino también de esos malabares que hacemos para ocultarles información. Reciben un mensaje actuado y otro distinto hablado con palabras.
Nos pasa a todos como papás. Por lo menos a mí, el manual para la madre perfecta no me llegó.
Me gusta darme cuenta que nuestros hijos pueden con la verdad. Mucho más de lo que podemos nosotros mismos.
Me gusta ver como la verdad les inaugura el poder de sobreponerse. Me gusta lo simple que ven ellos nuestras grandes complicaciones. Pero sobretodo me gusta ver como nos miran cuando les decimos "esas verdades" importantes de las que ellos son parte.
Pienso acá, en situaciones complejas como simples. La separación de los padres, la muerte de algún familiar o amigo son de las más comunes para ser ocultadas, o dilatadas en su información. Pienso en la imperiosa necesidad de ser sinceros y coherentes con lo que les transmitimos.
Pienso en que nos cuesta porque queremos protegerlos, evitarles sufrimiento.. Pero el dolor, las pérdidas, las separaciones, son cosas de la vida, pasan y les pasan. Para pensar.....

lunes, 28 de julio de 2008

Ella. Mi obstetra.


Primer embarazo.

Esperando a Ezequiel.

Todo bien hasta el sexto mes que la tensión empezó a subir un poco.

Análisis, ecografías, control de la tensión.

Y se fueron sumando viajes hasta el hospital cuando marcaba muy alta.

Medicación. Y el embarazo se fue tornando complicado para nosotros. Mi marido trabajando toda la semana en La Rioja. Yo y la panza entre la casa de mi mamá, la nuestra y la guardia de obstetricia.

Tener constantemente miedo que al bebé le pase algo, medir todo el tiempo si veía estrellitas o me dolía la cabeza. Reposo.

Pies y manos hinchados.

Ella me calmaba, ponía paños fríos sobre mis ansiedades.

Me aseguraba que todo iba a salir bien, que ella me cuidaba.

Un fin de semana, el embarazo casi a término, me internaron por dos días.

Mi paciencia escasa, mi ansiedad desbordante.

Ella entró el lunes a la habitación con el alta firmada.

Casi me desmayo del enojo. "Sacame el chico ya" le dije "inducime el parto, no doy más. Quiero que nazca, no quiero estar yendo y viniendo con miedo que le pase algo".

Ella me miró, se acercó, se sentó en la cama al lado mio y me dijo:
"yo recién llego al hospital y me quedo hasta la noche, para mi sería muy fácil hacer lo que me pedís, cómodo. Pero vos sos una primeriza con poca dilatación. Si yo te hago una inducción es probable que terminemos en una cesárea sin sentido. Está todo bien, andá a tu casa y esperemos el momento que él tenga que nacer."

Me fui. Un poco enojada la verdad.

El sábado siguiente a las cuatro y veinte de la tarde sentí el momento en que Eze se encajó y arrancó el trabajo de parto. Nació a las doce de la noche, por parto natural. Rápido, casi sin intervenciones. Y Ella estaba ahí, lista para acompañarnos.

Entendí que sus palabras del lunes eran ciertas. Y con el tiempo vi que no todos quienes se dedican a la obstetricia toman esos criterios. Muchas veces buscan los caminos más cómodos para ellos, para sus horarios. Y hacen que las mujeres y sus bebés se enfrenten a cesáreas sin sentido o inducciones dolorosas que terminan en cirugías de urgencia.

Ella: Claudia Travella del Hospital Privado de Córdoba.

Obviamente que me acompañó en los nacimientos de Luisina y Alejo también. Y con todo derecho me pregunta por ellos diciendo "¿cómo andan mis hijos?".
Gracias Clau. Siempre.

domingo, 27 de julio de 2008

De puerperios (para Claudia)



Claudia me pidió un post sobre la depresión postparto. ¡Qué tarea!
La verdad es que el tema es amplio, hay mucho para abordar.



Y si, nos sentimos un poco locas. Fuera de sintonía con el resto del universo.

Absolutamente dominadas por una fuerza que nos atrae hacia nuestro propio centro y hacia nuestro hijo. Sin muchas ganas ni posibilidades de "funcionar" como el mundo nos requiere ni como nosotras mismas lo hacíamos antes del nacimiento del bebé.


Con muchas Voces internas que nos hablan, nos cuentan de nosotras, de nuestra historia. Con muchas puertas que se abren sorpresivamente.
Con zambullidas imponentes en estados de ánimo diversos, angustias fluctuantes, llantos inexplicables. Con las emociones a flor de piel. Con nuestro cuerpo transformado por sensaciones desconocidas.

Puérperas nos veo buceando en cámara lenta, en un tiempo sin tiempo. Nos siento lejanas para el mundo, profundas para nuestro bebé. Nos percibo cansadas, movilizadas. Intentando acomodarnos en una realidad que por momentos nos desborda. Con sensaciones que pueden ser maravillosas y otras que no lo son tanto.
Puérperas nos veo recapturando, con nuestras sensaciones, toda nuestra historia vital. Reactualizando y resignificando. Repitiendo algunas cosas y reparando otras.


Nos veo con la posibilidad de disfrutar el encuentro con nuestro hijo. Con la inmensa tarea de hacernos cargo de un ser chiquito que depende de nosotras. Con cambios en nuestra vida familiar y de pareja.

Y con tantas cosas y movimiento, ¿cómo no sentirse un poco locas?

Pero como no siempre que una se siente loca es porque realmente lo está, creo que un secreto es permitirnos pasar por estas sensaciones fuertes acompañadas, buscando sostenes, comprensión y ayuda.

Igual me gusta siempre aclarar que el hecho de que en el puerperio sea normal pasar por estos estados emocionales, no quiere decir que no haya mujeres que hagan una depresión puerperal o algún otro tipo de crisis patológica. Es irresponsable desde el punto de vista profesional jugarnos a que todo en una puérpera obedece al puerperio sin mirar la estructura de personalidad de la que estamos hablando y las características específicas de los fenómenos que se presentan.

Tanto tildar todo los puerperios de depresiones como atribuir al puerperio todo tipo de síntomas es un riesgo importante. Quienes trabajamos en salud tenemos la responsabilidad de mirar cada caso desde un lugar particular y tomar acciones precisas a nivel diagnóstico y terapéutico. Creo que en esto el tema es ampliar las miradas , dejar las posiciones extremas y entender que no todas las mujeres son iguales ni tienen la misma historia.

viernes, 25 de julio de 2008

Bienvenido bebé


Después de un largo trabajo de parto.
Mucha concentración y esfuerzo.
La compañía sostenedora de su marido.
Algún que otro entredicho con las enfermeras y los médicos de guardia.
Decía, después de todo esto, por fin nació el bebé.


Ya el solo hecho de verlo la transportó a otro mundo. Tanto esperarlo, imaginarlo. Tan eterno que parecía el último mes con la panza, y ya estaba con ella. Alivio, alegría, encontrarse con el bebito cara a cara, cuerpo a cuerpo. Casi que parece una película, un relato encantador y conmovedor. Todo ordenado y perfecto.

Pero, esperen un ratito.
Cuando salió de la sala de partos, estaban todos. Y cuando digo todos es todos. Contemos: sus padres, sus suegros, sus dos hermanos con esposas y sobrinos. Las hermanas del marido, con esposos y sobrinos. Una amiga con el hijo. Si eso no es "todos", ¿todos a donde están?.
La película y el relato, tomaron otra dimensión. El avance de estas personas (que por el momento al bebé no le interesa si son abuelos, tíos, primos o amigos ) sobre ella y su hijo, no se hizo esperar. Todos hablando cerca del bebé, haciendo ruidos, muecas. Todos con sus perfumes, con sus olores, con sus voces, con sus toses, estornudos y manos sin lavar. Y no es por ponernos paranoicas, pero es un recién nacido, no alcanzó ni a tomar su primer sorbo de calostro, un poquito de defensas.
No llegó a oler del todo a su mamá, a escucharle la voz en vivo y en directo después de tanta espera. No llegó a encontrarse con su papá, que habló tantos meses a través de la panza.
Y allí partieron, "todos" a la habitación. Y mamá intentando entre las opiniones de los presentes, darle la teta de la mejor manera posible.
Revisemos un poco el resultado de esta situación: el bebé llora como loco. No entiende nada y dadas las circunstancias quisiera volver a la tranquilidad de la panza. La mamá no puede relajarse, le molestan los puntos que le acaban de hacer, no le sale ni una gota de calostro porque el bebé de tanto llorar no puede succionar. El papá no quiere ser grosero, pero desea con todas sus fuerzas que todos se callen y se vayan a charlar a su casa. ¡Ah! Mientras tanto todos los primitos del recién llegado, saltan por encima de las camas de la habitación, obviamente cantando y gritando como si estuvieran en la guardería.
Ella termina maldiciendo que su hijo haya nacido en la mismísima hora de las visitas, de tantas horas que hay en un día, eligió una franja horaria tan pero tan complicada e inoportuna.
El, reprime al máximo el instinto asesino que amenaza con apoderarse de su ser, sólo porque no le gustaría ir preso el día del nacimiento de su primogénito. Y que les puedo decir del bebé. El bebé no entiende por qué le pasa esto. Por qué todas estas personas lo aturden, lo tocan y ponen nerviosa a su mamá.
Pero por suerte, los horarios de visita no son eternos y las enfermeras vienen a despedir a los intrusos, que se resisten un poco hasta que papá les muestra sin querer aquel instinto del que hablábamos, ¿se acuerdan?.

Bueno. Por fin se fueron.
A empezar de nuevo.
Bienvenido a este mundo Bebé.


Perdón si algún abuelo, tío, amigo, sobrino etc, se ofende con este post.
Es cierto que al bebé lo espera toda una familia. No es un ser aislado del amor de abuelos, tíos, amigos, primos y todos quienes quieren a la familia. Pero en ocasiones se genera una invasión al recién nacido y a sus papás, que apenas pueden con todo lo que se les mueve a ellos con el nacimiento y se ven obligados a exponerse a las ansiedades del resto.
Las mamás terminamos nerviosas y el bebé también. Se interrumpe ese espacio destinado por la naturaleza para el reconocimiento entre mamá-bebé, papá-bebé, y ni hablar si hay algún hermanito mayor, que necesite acercarse tranquilo al que llegó.
No es fácil para nosotras salir de la sala de partos y tratar de darle la teta por primera vez al bebé rodeada de las miradas de todos, esperando para opinar e intervenir. O levantarnos de la cama para ir al baño molestas, con apósitos, sin saber bien como caminar por los puntos.
Respetemos a la familia que está recibiendo una nueva personita. Nada pasa si los visitamos cuando vuelven al hogar. O si esperamos algunas horitas para que se acomoden. Me surge que hay que dejar que los protagonistas sean los protagonistas.
Bueno, como siempre digo, esa es mi opinión.

jueves, 24 de julio de 2008

Los hijos en el cuerpo


Se sienten.

Más allá del embarazo. Más allá del parto.
Escurriendo a través de nuestros poros, sensaciones de las mas diversas, amplias e intensas.
La necesidad física de los hijos existe.
Ese olorcito que viene a nosotras luego de unas horas de estar lejos de ellos.
El deseo de escuchar sus sonidos vibrando por toda la casa. Esos mismos que en ocasiones nos aturden, pero que si faltan nos desorientan, dejan vacíos.
El impulso incontenible de besarlos. El abrazo que se despierta con su presencia.
Los hijos en el cuerpo marcan, regalan, transitan, generan.

Están. Porque son parte. Parte de un universo transformado desde que nacen.
Parte de nuestra vida que casi ni se acuerda de los tiempos en que ellos no estaban dependiendo de nosotros y esperando.

Son muchas las dimensiones de nuestro cuerpo habitadas por los hijos. Cuando sus carcajadas encienden las nuestras. Cuando los vemos haciendo algo que les da placer. Cuando descubrimos su crecimiento en el día a día. Cuando nos enojan.

Cuando sabemos que están bien, una sensación de calma nos habita. Cuando sabemos que están.
Siento que nuestro cuerpo nos dice también cuando no estamos tan disponibles para ellos. Cuando queremos hacer otras cosas. Cuando nos sentimos más irritables porque nos demandan sin límites y nuestra mirada quiere por un rato estar en otro lado. También lo sentimos en el cuerpo, como un límite que se transita y se puede pasar.
Pero el rumbo se sostiene por ese calmo bienestar de ellos. Sabiendo que están bien, aunque no estén cerca.
Hay otras sensaciones que duelen. Lastiman, quiebran todo nuestro cuerpo.
Si están sufriendo. Si están enfermos. Percibo esos momentos, como nudos fuertes en el centro corporal. En el vientre, en el pecho.

Si los creemos en peligro. Nos ahogamos, se caen nuestras piernas, tiembla nuestra piel. Se calla nuestra voz.

Los hijos en el cuerpo se sienten. Y sus ausencias también.
Hay ausencias inocentes y transitorias, salidas, campamentos, cumpleaños, vacaciones.

Y hay de las otras ausencias. Las de mamás que buscan a sus hijos, las que pelean por su tenencia, las que no los ven hace mucho. Las que no pueden quedar embarazadas.

En este camino de acompañar en la crianza, en ocasiones encontré mamás con ausencias. Ausencias largas, dolorosas, de las que arden. Y el cuerpo se los dice, se los recuerda y se los grita.
Pienso mucho en ellas. En sus hijos. En el ardor, en el vacío.
Pienso en el recurso que cada una encontró para seguir.
También de ellas hay que hablar. ¿No?

Diálogo 4 - Eze (5 años) y Luisi (3 años)


(Aporte de la tia Coni que los escuchó hablar)

Entraron los dos al baño.


Luisina: -¿Por qué hacés pis parado?

Eze: - porque tengo pito y hago así.

Luisi: -yo no hago parada.

Eze: - No, porque vos no tenés pito. Yo soy varón y Vos sos una mujer.

Luisi rompe en llanto incontrolable: - Yo no soy una mujer.... soy una nena.

miércoles, 23 de julio de 2008

Tarde de shopping


Si has pasado una tarde caminando con tus hijos por el shopping, entenderás algo de esto.
Cuando queres mirar una vidriera de ropa que te gusta, alguno está al borde de la escalera mecánica.

Cuando decidieron con tu amiga tomarse un café, otro te pide ir al baño.

Cuando volvés del baño y te vas a sentar, el bebé se hizo caca, otra vez al baño.
En el baño, manoteas desesperada el bolso para rescatar del fondo bien fondo las toallitas húmedas y al sacarlas con la única mano que te queda libre arrasás con otro montón de cosas que salen sin que vos las necesites.

Volvés a querer sentarte con tu amiga y ahora es ella la que lleva sus chicos al baño.
Si logran pedir algo para tomar, alguno de los chicos se lo tira encima. No quería ser reiterativa con lo del baño, pero allá van de nuevo.
Abandonan el operativo café por obvia imposibilidad de ser llevado adelante.

Logran esquivar el kiosco donde ya compraron suficientes caramelos como para una fiesta de cumpleaños. Evitaron la juguetería para que dejen de pedir regalitos todo el tiempo.

¡Genial! los chicos ven los jueguitos y les gritan como locos para que los lleven. Cuando entran, corren perdidos entre tooooda la gente que esta en la misma que vos y tu amiga. Entonces mientras le haces upa al bebé, sostenés el bolso lleno de cosas, empujas el cochecito, vas gritando como una desquiciada entre la gente el nombre de tu hijo, que sigue corriendo para llegar a ese trencito que tanto le gusta. Tu amiga corre con el suyo antes que se suba sin permiso al pelotero.

A estas alturas ya estas disfónica, acalorada, con el maquillaje corrido y los ojos desorbitados.
Y encima de tu boca sale una frase matadora: "Mirá que bien se porta esa nena" Si, si, si. Acabás de decir la misma frase que odiabas de tu mamá cuando eras chica.

Operativo sacar a los chicos de los jueguitos: cumplido pero con heridos en el frente, vos y tu amiga.
Ya todos los niños cansados, piden upa y mas upa, y ustedes dos no ven la hora de llegar hasta el auto que dejaron en la otra punta.
Los chicos lloran y ustedes querrían llorar también ¿no?.


Ellos no necesitan ser de "los niños terribles" para que se nos den situaciones como esta (que puede ser una exageración o no, todo depende).

Aveces me ha pasado y lo veo en otras mamás, querer hacer todo al mismo tiempo. Salir de casa, pasear con una amiga, charlar un rato. Pero queremos compartir también con los chicos, algunas por culpa de dejarlos, y otras porque así lo prefieren.

Pero todo no se puede y terminamos enojadas con los ellos porque casi enloquecemos en esta travesía, cuando en realidad ellos solo son niños y hacen cosas de niños. Todo niño va a pedir cosas de la juguetería, quiere ir a los jueguitos, se aburre sentado en un bar.

Sin querer aveces nos ponemos solas en estas situaciones desbordantes. No esta mal salir un rato sin ellos, charlar tranquila con una amiga sin pretender que nuestro hijo lo disfrute y se quede calladito al lado nuestro. Al final, así tampoco compartimos con él.

Pienso en las veces que no nos damos esos permisos. Y creo que son necesarios. Oxigenan, nos conecta con otras necesidades nuestras. Nos saca por un rato del mundo niño que tanto placer nos da, pero que nos puede cansar un poco.

Y cuando salimos con niños, salimos con niños. Se entiende. ¿No?

martes, 22 de julio de 2008

Diálogo 3 - Alejo - 3 años


- Mami, tengo un secreto que decirte.

- Decime acá cerquita.

- Sos muy linda.


(Obvio que no tengo nada, pero nada que agregar.)

Dos mamás


Quería encontrar en su cabeza alguna respuesta lógica a tanto dolor.
Intentaba por todos los medios no enojarse demasiado.

Así, haciendo esto, Laura llegó a los grupos de preparto.
Su mirada transmitía mensajes con matices diferentes. Cambiaba a cada instante. Pasaba de estados de mucha calma y conexión con el bebé, a estados alterados, con sobresaltos.
Por momentos la habitaba una niña desolada y en otros, el enojo la devoraba, transformando el modo de vincularse con los otros. Era muy chica, con 17 años ya estaba por tener su primer hijo.
Intentaba terminar el secundario.
En sus primeros encuentros, estuvo callada, como cuidando sus palabras. Yo sentía que nos medía de alguna forma. No confiaba en nadie.
De a poco, ganó confianza en el grupo, contaba cositas cotidianas. El esfuerzo de juntar cosas para irse a vivir con su novio. El revuelo que su embarazo había causado entre sus amigas y compañeros del cole. Se animó a meterse en el tema de los miedos que sentía, al parto, a tener un bebito chiquito.
Pero la bomba la tiró un día que estábamos hablando ni más ni menos que de las mamás.
"Yo traté de abortar" dijo de forma firme. Silencio total. Las otras chicas pasmadas, mudas, con los ojos abiertos.
Me acerqué a ella y le dije que si había dicho eso, quizás sentía ganas de compartirlo con nosotras, que lo hiciera si lo necesitaba. "Es que yo no sabía, no pude. Tenía miedo. Le pedí a una prima por teléfono que me dijera qué tomar, pero me salió mal. Ahora me siento culpable". Comenzamos a desglosar el miedo. El grupo colaboró desde un lugar de escucha y empatía increíbles. Y en su relato apareció una mamá biológica que apenas ella nació, la abandonó en el hospital. Y una mamá adoptiva, empleada del lugar, que la había golpeado toda su infancia y parte de la adolescencia.
Laura no entendía por qué tanto abandono, tanto ensañamiento con ella.
Tenía un miedo aterrador de que la maternidad se tratara solo de eso, de abandonos y agresiones, y ella no soportaba la mas pequeña posibilidad de hacerle semejante cosa a su hijo. Fue desde ahí que comenzamos un camino diferente. Desde el punto en que para ella el código del abandono y la violencia no era una senda a transitar. Trabajamos mucho, la culpa fue cediendo y Laura fue rearmando su historia desenterrando de tanto dolor algunos vínculos mas amorosos.

La historia de Laura me hizo pensar mucho en estas formas raras de maternar. En cómo la maternidad no siempre se trata de amores, encuentros y sostenes.
Pienso en los vínculos que dañan, que marcan. Y agradezco haber elegido la profesión que elegí, porque siento que desde algún lugar puedo ayudar, aunque cueste y sean caminos dolorosos para transitar.

lunes, 21 de julio de 2008

Lección de juego


Cuando nació Ezequiel, mi primer hijo, estaba pendiente de todas sus posibilidades de aprender, jugar, crecer y desarrollarse.


Lo observaba transitar por cada etapa admirando sus capacidades y estimulandolo permanentemente, como toda primeriza que se puede dar el lujo de tener tiempo real para hacerlo.


Cuando comenzó a sentarse y a reptar por el piso, se acercaba a los muebles de la cocina y sacaba de las alacenas que alcanzaba todo lo que podía. Lease: ollas, asaderas, bowls, cucharones, palo de amasar, ensaladeras, platitos y vasos. Como repetía esa rutina incansablemente yo pensé que no había elegido los juguetes correctos para estimularlo. Así que me fui a una juguetería y casi que dejo mi sueldo completo, eligiendo "el" juguete adecuado para sus ocho meses de vida. Volví con el paquete envuelto, re felíz y convencida de que haría justicia para mi pobre hijo con una madre inexperta que no lo supo entender en sus necesidades lúdicas.

Cuando llegué a casa, le di el paquete, lo abrimos juntos, le mostré todas las variantes posibles para jugar con ese aparato multifunción que sus ojitos apenas podían seguir. Lo tocó un rato, lo miró, jugó con un cuarto de los botones y manijitas que tenía. Pero su entusiasmo no duró mucho más. En cuanto me levanté de su lado para atender el teléfono, reptó como loco, a una velocidad extrema, hacia la cocina a buscar "sus" juguetes favoritos. ¡Pobre! habrá pensado que la demente de la madre no tenía idea de nada y que mejor se apuraba a recuperar la diversión que ella le había interrumpido.

Y ahí quedó el hermoso y caro juguetito. Eso si, aprendí la lección, la diversión no dependía de mi, ni del juguete "pensado" para los niños. La diversión era su impulso de conocer, de explorar, era su elección y su forma de hacerlo. está de más aclarar que varios utensillos quedaron en el camino, abollados, rotos, chuecos.....Pero estuvo bueno. El me terminó enseñando a mi.

domingo, 20 de julio de 2008

Día del amigo


¿Como pasar este día del amigo?

Mi amiga Vero ya no está. No la puedo saludar, ni la puedo volver a ver.
Vuelvo a elegir recordarla. Retenerla desde quien fue, desde los encuentros que tuvimos y la relación que generamos.
Vuelvo a renovar con ella mi promesa de estar ahí para lo que sus hijos necesiten de mi.
Y renuevo conmigo la necesidad de recordarla siempre.

Por suerte están mis otras amigas también. Las que viven cerca y se nota. Las que están lejos pero rondan mi vida de manera constante. Las de toda la vida. Y las amigas que vendrán.

Para todas ellas.
Feliz día del amigo. Las quiero mucho.

Niños invisibles


Cada vez que se veían, pasaba algo.

Muchas veces peleaban. El gritaba, ella se enojaba y gritaba después.

No había sido fácil la separación.

El era como un niño abandonado que no paraba de culparla y ella se esforzaba por darle a los chicos algo de seguridad, después de tanto caos.

El se desespera, siente celos, y el enojo lo traiciona. Hace cosas irreparables, juega con los tiempos en que le pasa el dinero para sus hijos, tarda mas de la cuenta cuando le toca llevarlos de paseo.

Ella se enfurece y arremete en cuanto lo tiene delante suyo. Cree que porque calma el tono en que habla, los chicos no se dan cuenta que mientras aprieta los dientes, emana todo tipo de insultos contra su ex.

El, que ya logró enfurecerla, se va tranquilo. Pero la tranquilidad dura muy poco, porque ella se encarga de hacerlo explotar de odio con un llamadito "inocente" de su abogado.

Entonces él le recuerda que ella sin él no hubiera podido terminar su carrera, que es como su creador.

Y semejante exabrupto narcisista, la sube a un volcán de sensaciones que cuando entra en erupción desata un derrame de lodo más que hirviendo, y llega tarde al lugar del centro donde debía dejarle a los chicos. Y él hace recorridos detallados por todos los defectos que ella tiene, cosa que genera que ella le recuerde que antes cuando estaban juntos no decía lo mismo. El contraataca rápidamente con amenazas de decirle de una vez a los chicos que clase de madre tienen y ella responde con el arma poderosa: el que tuvo otra mujer sos vos.
Y así siguen día tras día. Enlazando situaciones, agresiones, enojos, bronca.....Eso si, ¿alguien registró a los hijos de estos dos seres humanos? Para pensar.


Cuando los acuerdos entre una pareja que se separa no existen. Cuando no se ha limpiado la historia. Cuando el centro de la vida de uno es hacer sufrir al otro, los niños quedan invisibles, solos, mareados y desprotegidos. Preguntándose internamente si todo esto será su culpa.

sábado, 19 de julio de 2008

Todos opinan


Así nunca va a tomar bien la teta.

Si no le das cada tres horas se va a deshidratar.

Si lo alzas cada vez que llora, te toma el tiempo y despues no tenés vida.

Ah, eso es porque le duele la panza.

¿Por qué no aprovechás el verano y le sacás los pañales?

¡Todavía no duerme solo! Y ese chupete, le va a deformar los dientitos.

Tan chiquito y lo dejas en la guardería.

Che, si no va a la guardería va a ser un mamero.

¿Y el hermanito para cuando?

Ponelo en un andador y listo, no te agaches más.

Ojo, el andador es peligroso.

¿Lo dejás que coma tanta porquería antes de almorzar?

¿Estas segura que ese remedio no le hace mal?
Probá ponerle sal aldedo y vas a ver que deja de chuparse.

¡Un filtro por favor, para todas esas voces que aparecen hasta debajo de las piedras! (Si quieren agregar algunos consejitos que reciben desde afuera en momentos innecesarios, bienvenidos)

viernes, 18 de julio de 2008

Diálogo poco amable



Alejo recién nacido.
Yo cansada como es obvio después de un parto.
Pero muy feliz. Embelesada con mi tercer hijo.
Con una necesidad física enorme y voraz de estar cerca de él.
No nos despegábamos ni un segundo.
Y el no despegarnos incluía el dormir juntitos, casi pegoteados.
Era como seguir embarazada, pero con el maravilloso adicional de verle la cara, olerlo, besuquearlo. ¿Qué mas se podía pedir?
De madrugada, dormíamos muy tranquilos los dos y se abrió la puerta de la habitación.
Dos enfermeras me hablaban demasiado fuerte para lo que yo podía soportar en ese estado casi etéreo en que estaba con el bebé.

- El bebé no puede dormir con vos, mamá.

- Bueno. - Les dije sin soltar a Alejo ni moverme de mi cómoda posición.

- Que no puede dormir en la cama tuya, hay que pasarlo a la cuna.

- aja - respondí - el se queda acá.

- Mamá, a los pediatras no les gusta que los bebés duerman en la cama con la mamá.

- Que venga un pediatra a decirmelo y que se anime a tocarlo para pasarlo a la cuna.

Dicho esto, cerré los ojos, volví a sumergirme en el olorcito de mi hijito y seguimos durmiendo re felices.
¿Será que hay gente que no tolera la felicidad, el amor, el encuentro......? Y tantas otras cosas.

(Y después de lo que había pasado unos años antes, con Luisina, ésta vez quería decidir yo.)

Un poquito más de la autoestima


Me quedé con el post anterior.
Por las respuestas que recibí. Por las sensaciones que despertó.

Pienso en el tema de la autoestima como nudo ineludible de la estructuración de nuestro ser.
Habla de cómo nos miramos a nosotros mismos, de la valoración que "nos" hacemos.

Y a partir de esa mirada, nos movemos en esta vida, con los otros, con nuestras cosas cotidianas, con nuestros hijos.

Cuando no nos hemos sentido mirados como hijos de forma positiva. Valorados como necesitábamos, por la razón que sea, siempre nos queda en el bolsillo una cuentita pendiente que llevamos a cuestas, pero no nos asegura para nada el no poder desplegar miradas narcizantes, amorosas, generadoras de autoestima positiva, hacia nuestros hijos.

En esto es fundamental el lugar que cada uno ha sentido que ocupa en la familia de origen. Como es vivida su presencia, su "ser" en ese contexto vincular. Y desde allí, pensemos donde vamos poniendo a nuestros hijos en esta nueva familia que formamos.
En ocasiones la historia nos ayuda como motor generador de cambios. Arañamos en nuestros recursos para darle a nuestros niños lo que nos faltó, y vamos reparando algo de esa cuentita pendiente. Amigarnos con nuestra historia, cuando es posible, ayuda. Buscar y encontrar respuestas.
Yolanda en un comentario compartía el hecho de que su mamá no expresaba el afecto claramente porque nadie le enseñó, porque no tuvo mamá. Acercarnos al contexto desde donde el otro puede o no puede, ayuda a entender.
Cada uno desplegará el afecto, la mirada positiva hacia los hijos como pueda hacerlo, como salga. Ya el sólo hecho de cuestionarse ¿será suficiente? ¿Lo estaré haciendo bien? nos habla de que "algo" estamos implantando en ellos. Nos estamos cuestionando porque los queremos, queremos ser los mejores para ellos, queremos evitarles sufrimientos que hemos pasado y darles cosas que no hemos tenido.
Ya el pensar estas cosas, genera cambios.

Nos habla del lugar que ocupan en nosotros, y de lo que queremos darles.

miércoles, 16 de julio de 2008

Sobre la autoestima


Quiero compartir otro fragmento del libro
"avances
en psicoterapia psicoanalítica" de Hugo Bleichmar. En el capítulo III hace referencia a la construcción de la autoestima en el niño:

".....La autoestima es algo a construirse en el niño básicamente por la participación del objeto externo. Si no hubiera un otro significativo que viniera a hacerle creer al niño, ilusoriamente, que es capaz y hábil, lo único que podría este captar sería su torpeza por contraste con la habilidad del adulto: quiere aferrar algo y se le cae, quiere caminar y se tropieza, quiere pedir y no sabe cómo hacerlo. El niño, si recogiera la imagen de sí en base a su funcionamiento, la única representación que podría tener es la de alguien que no consigue lo que quiere, siendo los que le rodean más grandes y más hábiles.
Solamente porque existe un otro que desde afuera le crea una ilusión( ) que le hace creer que cuando mueve las manos es maravilloso, que cuando da los primeros pasos es un corredor de carreras, que cuando balbucea tres sílabas es un orador, entonces el niño, identificado con esa imagen de sí que le viene desde afuera, logra entusiasmarse consigo mismo. La autoestima en sus comienzos es siempre una creación en que el medio externo resulta decisivo. No hay narcisismo primario asegurado. ....."

Me encanta este fragmento. Pienso en todas esas "fiestas" que hacemos como padres a nuestros hijos, que quien las mira de afuera podría juzgar como exageradas.
En la alegría que nos dan sus avances enormes, para nosotros, y quizás chiquitos para otros.
Pienso en los papás que por algún motivo no les sale festejar o aplaudir los logros de los niños.
Pienso y reafirmo lo importante de acompañarlos activamente en la construcción de su "ser" humano. Pienso en mirarlos, sobretodo mirarlos.
Pienso en nuestro rol fundante como padres. Pienso en ayudar a nuestros hijos a vivir sus "no poder" como caminos de aprendizaje. Pienso en sostenerlos mientras crecen, y regalarles la posibilidad de mirarse a sí mismos de manera positiva. Regalo para toda la vida.

Espero que les haya gustado.

Ciertos miedos.


Me molesta tener ciertos miedos.
No me gusta desconfiar de gente que se acerca a mis hijos.Odio no estar tranquila si salen a explorar el barrio en bicicleta.
Desearía no tener que hacerles recomendaciones exhaustivas para protegerse de los otros.
Tengo miedo que por cuidarlos, les transmita mis miedos y vivan con sensación de peligro.
Me dan miedo algunas noticias. Lo que las personas son capaces de dañar al otro.
Me asusta como todos nos alejamos de todos. Ese poco registro del otro que se siente en las calles.
Me da miedo que alguien lastime a mis hijos.
Me asusta sentir todos estos miedos.
Me da tristeza. Quisiera poder confiar más en el afuera, para sentir que mis hijos pueden ser más libres.
Vivimos tiempos raros, por lo menos yo lo siento así.
Aveces me siento tranquila porque aún son chicos y puedo cuidarlos más de cerca. Pero odio esa tranquilidad porque me recuerda los peligros.
Es cierto que las mamás en ocasiones somo miedosas de más, pero lo que más me asusta es que la realidad pueda superarnos.

Tiempos de Crianza




Me ronda hace unos días en la cabeza, lo que se nos moviliza en las diferentes etapas del crecimiento de nuestros hijos. Es mucho, pero vamos por partes. Comparto con ustedes, y despues vamos avanzando más adelante. Con historias, relatos, como es costumbre en el blog.


¡Cuantos lugares recorremos en tiempos de crianza!

Esos lugares lejanos que creímos abandonados para siempre.

Esos espacios interiores que nunca pensamos descubrir de esa manera.

El viaje en la crianza es rotundo, fuerte, salvaje. Es un viaje que se inicia de forma inesperada. Porque no siempre somos realmente concientes de lo que se moviliza. Quizás nos colgamos facilmente de la venta social de la maternidad y paternidad, esa que nos muestra niños divinos jugando felices, madres impecables con una sonrisa siempre en el rostro, papis que llegan sin una ojera de cansancio de trabajar y dispuestos a jugar en el patio con sus hijos.

Pero ¿quien nos avisa que se abren puertas profundas de nuestra historia, de la más escondida, de esa que con el tiempo fuimos acomodando y había quedado toda ordenadita?
Y estas puertas se van abriendo a lo largo de toda la crianza de nuestros hijos. En la etapa del puerperio hay mucho movimiento, mucho tiempo de vaivenes emocionales y el encuentro contundente con un ser humano que depende absolutamente de nosotras. Y, definitivamente, nos cuesta muchísimo ser esas mamás que amamantan maquilladas cerca de una ventana mirando el parque verde con ropa pulcra y la casa impecable. Pero quiero avanzar en las etapas. Ya en otro momento volveremos al puerperio, hay mucho para abordar en ese tema.

Estoy pensando en los tiempos de crianza más allá del puerperio y del niño pequeñito.

Pienso en las diferentes etapas de nuestros hijos como disparadores de múltiples procesos emocionales en nosotros como padres. A medida que ellos crecen, nosotros nos vamos reinventando como madres y padres, porque las necesidades de ellos cambian y nosotros necesitamos cambiar. Cada etapa, nos lleva a procesos identificatorios, reactualizaciones, resimbolizaciones que tienen que ver con nosotras, con nuestro ser en nuestra historia vincular, emocional. No siempre sale todo ordenado como en un fichero, osea, no quiere decir que cuando nuestro hijo entra a primer grado a mi se me mueve cuando yo entré a primer grado. Así sería mas fácil ¿no?.

Se trata de los registros y enlaces emocionales (ligazón de representaciones destinadas al apress coup, si quisiéramos ser más teóricos), de las sensaciones que se despiertan y que podemos aprovechar para hacer una búsqueda, para descubrirnos. Veo con mi propia maternidad y en el consultorio, como en estos procesos naturales mientras vamos criando niños salen cuestiones que de otro modo quizás tardaríamos mucho en encontrar, revisar y resimbolizar.
Siento que en las diferentes etapas, vamos renaciendo como padres y apropiarnos de ese renacer permanente, mirarlo y trabajarlo puede ser una experiencia de crecimiento para nosotros y, claro, para nuestros hijos.
Ese renacer contínuo me atrae para pensarlo, porque crecemos, reparamos, nos renovamos y habilitamos en los niños un camino de búsqueda.

martes, 15 de julio de 2008

Diálogo 2. Ezequiel (10 años)

- Ma. ¿Qué te pasa? ¿Por qué llorás?

- Es que estas tocando tan lindo la guitarra. Y estas cantando. Y los acordes te salen seguiditos. Y al mismo tiempo cantás, y te sale tan bien.

- Ma. ¿En serio llorás por eso?

- Es que me emociona.

- ¡Qué exagerada!


Quiero avisar públicamente que seguiré exagerando por el resto de mis días. Si no ¿para que tuve este hijo hermoso y con gusto por el arte?.

Ojos cansados


Ella llegaba todas las mañanas muy tempranito al hospital. Traía colgado de su hombro un bolso que a mi me parecía pesado y en una mano una bolsa con revistas. Si tengo que describir algo que para mi la caracterizaba era "un par de ojos cansados".
No recuerdo su nombre, en realidad no sé si alguna vez lo supe. Pero recuerdo claramente que así tempranito como llegaba, caminaba directamente hacia la UTI (unidad de terapia intensiva) neonatal.

Lavaba sus manos, se ponía la bata esterilizada y caminaba de manera calma y silenciosa hasta a la incubadora de su bebé. Era un bebé muy chiquito, había nacido prematuro y no sabía muy bien cuanto tiempo estaría allí. La visualizo morena, con el pelo atado, y esos ojos cansados que al acercarse a su hijo se iluminaban. Tocaba al bebé por las aberturas de la incubadora, le hablaba. De a ratitos lo podía alzar, poquito tiempo. Le hablaba de forma serena. Le cantaba. Lo acariciaba. Cuando el bebé se dormía ella salía de la UTI, le pedía a la enfermera que le avise si se despertaba.
Caminaba tan serenamente como al llegar por la mañana y se sentaba en el hall de espera en el segundo piso a esperar. Leía alguna revista, sacaba algún tejido del bolso, tomaba un cafecito de máquina. De a ratos caminaba.
Nunca dejaba su puesto de espera y nunca vi a nadie acompañarla. Al mediodía sacaba una vianda, comía poco. Y de tarde volvía a entrar y a repetir la rutina con su bebé. Se quedaba en el hospital hasta la noche, tarde. En una ceremonia seguida a la perfección casi sin sobresaltos, más que los latidos acelerados del corazón de su hijo cuando ella se acercaba a verlo.
No hablaba con nadie. Nadie se acercaba mas que para los informes médicos regulares. En un momento en que nos hicieron salir a todas las mamás que teníamos a nuestros hijos en terapia, alcanzó a decirme que vivía muy lejos, que no podía ir y venir todo el día, que se iba lo mas tarde posible. No cruzamos mas palabras. Cuando me fui con el alta de mi hija, allí estaba ella, sentada junto a su bebé cantando.

domingo, 13 de julio de 2008

Voces internas


Respirá hondo y seguí.
Vamos, no te caigas. No llores ahora.
Fuerza. Mucha fuerza.
Despejá un poco tu cabeza, mirá para adelante y fuerza.
Volvé a respirar hondo que ayuda. Te va a hacer bien. Llorar toda la vida no vas a poder. Entonces es mejor que te olvides y pienses en otra cosa.
Si ni siquiera sabes bien que te pasa, dejate de tonterías.
Mirá a Mara, tu vecina, ella está espléndida. Mirala bien. ¿No te sale ser como ella? La debe pasar genial. Una vida casi perfecta, de revista. Su bebé es casi como el tuyo, ella se arregla, sale de la casa. Y vos....Mirate vos.
A ver, ¿cómo va a sobrevivir tu hijo con una madre tan inútil? Vos tenes que estar alegre para él, pobrecito.
Sos una desagradecida con la vida, tenés un hijo sano, con buen peso, nació por un parto rápido, tu marido te acompañó, mucho más de lo que otras mujeres tienen o pueden siquiera imaginar.
Ya sé, estás deprimida. Claro, es eso. Eso no es bueno. Es una enfermedad, entonces estas enferma. Y es por eso que no podés darle la teta como todas las madres en el universo. ¡Qué inútil!
Debes ser la peor mamá de todas.
Vamos de nuevo: Respirá hondo y seguí.
Seamos mas amigas de nuestros puerperios. De sus vaivenes emocionales, de sus tristezas sin nombre, de sus deseos de ir hacia adentro. Seamos mas permisivas con nosotras mismas, con las otras mujeres. Respetemos nuestro modo de ser y estar puérperas. Acallemos esas voces que tanto nos dañan.

sábado, 12 de julio de 2008

Sanas costumbres


Darles un beso cuando se van a dormir.
Tomarlos de la mano para cruzar la calle. Despertarlos con cosquillitas suaves así no se siente feo cuando hay que madrugar. Asegurarse que el café con leche o el choco estén a la temperatura que les gusta. Avisarles cuando se hizo la hora del programa favorito. Traer como yapita del súper "eso" que tanto les gusta.
Invitar a su mejor amigo a almorzar. Comprarles una ropa de su color favorito. Saber cual es su color favorito.
Calibrar la temperatura justa del agua para el baño.
Darles un beso cuando los dejamos en el cole, en inglés, en danza, en hokey. ¡Ah! y también cuando los buscamos.
Pedirles perdón cuando los retamos sin razón. Decirles que los queremos.
Explicarles por qué le decimos que no a algo.
Hacer malabares con nuestra agenda para llevarlos a ese cumple tan lejos y en horario tan inconveniente.
Sentirnos agredidos cuando los agreden. Felices cuando son felices.
Llorar en cada fiestita de la escuela.
Disfrutar al darles alguna sorpresa. Poner la ropa que van a usar cerquita la estufa cuando hace frío.
Desear que la vacuna fuera para nosotros. Que la fiebre no los bajoneara.
Querer desesperadamente que ese día que llegamos tarde a buscarlos, no se hayan sentido tristes.
Tener la solución mágica para sus lágrimas.

Y la lista podría seguir de manera casi infinita.
Diganme si muchos de los ingredientes de esta lista no nos salen de manera espontánea, sin pensar ni cuestionarnos demasiado.
Y después somos tan ingratos con nosotros mismos preguntandonos si estaremos haciendo las grandes maravillas que ser buenos padres requiere.

Diálogo 1 - Alejo (3 años)


- Mami: me voy a casar.


- ¿Cómo?


- Que me voy a casar.


- ¿Con quién?


- Con vos.



Nada que agregar ¿no?. Creo que lo apretujé tan fuerte que se arrepintió de haberlo dicho.

viernes, 11 de julio de 2008

Gracias


La alegría de escribir, de sentir, de soñar.

El placer de contar historias, de escuchar.

El contacto con los otros, conmigo, con los míos.

El proyectar cosas nuevas, crecer, avanzar.
Todo eso siento con este espacio.

Gracias, infinitas, grandes, únicas a todos los que participan del blog, a los que pasan casualmente, a los que se enganchan y a los que no.

Gracias a las mamás que van armando una red, un ida y vuelta constante.
Gracias enormes, porque está bueno encontrarnos.

Cariños

jueves, 10 de julio de 2008

Dolores que pasan




¿Viste que un día el dolor iba a pasar?
Sé que sentiste que nada podría consolarte. Que la naturaleza no estaba siendo muy generosa con vos. Era casi incomprensible que tu propio cuerpo pudiera dañar algo que deseabas tanto, algo tan querido. Y si, es casi incomprensible.
Sentiste vacío.
Sentiste bronca. Tristeza. Te culpaste. Recorriste con tu mente cada cosa que tomaste, comiste, oliste, tocaste. Te enojaste. Mucho. ¡Qué injusticia!. Tres meses de ilusiones devorados en un sólo instante. Tanta preparación, tanto cuidado. ¡Ay, qué ganas de llorar!. Y encima todos te preguntaron qué pasó, si venía todo perfecto. No tenías ganas de explicar, de comer, de salir, de trabajar, de reír. No tenías ganas.
Deseabas de forma desesperada que el embarazo hubiera seguido adelante, ansiaste más. ¡Qué poco que duró! pero a la vez fue mucho, lo suficiente para imaginarte la panza grande, y el bebé, sobretodo el bebé. ¿Por qué insistían todos en buscar palabras de consuelo que sólo lograban angustiarte y recordarte lo que había pasado?.
Tuvimos una charla por teléfono. Lloramos las dos. Te conté que te entendía, que había pasado por algo parecido. Compartimos esas cosas que se sienten, que se comparten mejor desde la vivencia. Conectarse con el dolor, con la pérdida, es como el primer escalón de la salida.

Los días fueron pasando, y fuiste subiendo mas escalones de a poco. El miedo te tomaba por sorpresa cada vez que la tentación de pensar en otro embarazo se escurría entre tus pensamientos. Calma. Mucha calma. Si no, no ibas a poder. Decisión, deseo inmenso. Tratamiento médico, un poco largo para tu ansiedad. Necesario para prevenir. Y tu marido siempre a tu lado. Por momentos te olvidabas que él también perdió algo. Es que tu cuerpo fue el protagonista de este cuento.
Y un día llegó el permiso que esperaron por largos meses. Otra vez el miedo. ¡Que ilusión!
De nuevo el miedo, pero qué alegría, más miedo, inevitable.

Hoy entre tus brazos duerme tu bebito recién nacido.
¿Viste que un día el dolor iba a pasar?
Llegaste al último escalón. Disfrutalo, descansá, degustá cada segundo de esta inmensidad de ser mamá.
Tomá fuerza, que hay mucho más para andar.

Para Carla, con todo mi cariño. Ella sabe.

El Mundo (para mis fueguitos)


"Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.
A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.

-El mundo es eso - reveló - Un montón de gente, un mar de fueguitos. Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales.

Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco que llena el aire de chispas.
Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende."
Eduardo Galeano, El libro de los abrazos.
Ya sé, Galeano otra vez, pensarán. Y este relato que es archi conocido, pero me encanta. Pienso en mis tres fueguitos, que encienden la casa (aveces en los dos sentidos de la palabra, ja).
Un regalo para todos.

martes, 8 de julio de 2008

Películas




Me ronda en la cabeza una tarde. Una de sol en mi casa de Ituzaingó en la provincia de Buenos Aires.
Me caracterizan los aires nostálgicos, recordar épocas pasadas al modo cinematográfico, casi en cámara lenta y con sonidos lejanos. Y es así como esa tarde se me aparece. Me transporta por unos instantes a las vacaciones de verano, mucho calor y nosotros sentados en el piso de la galería. Nosotros éramos mi amiga Marisa, su hermano Gustavo y yo. El aburrimiento tedioso de las vacaciones, 30 grados inmovilizantes a las tres de la tarde debajo del techo caliente. Sin embargo no claudicábamos en nuestros esfuerzos sobrehumanos para decidir a que podíamos jugar. Con ellos recorríamos el barrio buscando aventuras y Marisa y yo esquivábamos a Gustavo cuando su instinto de molestarnos lo superaba.
Y detrás de esa escena, comienzan a filtrarse otras en esa casa, con un jardín enorme, la calle de tierra, la zanja atravesando toda la cuadra y oficiando de hogar de miles de renacuajos que jugábamos a pescar. Y como pasa con todo recuerdo, la asociación se dispara y veo la figura de mi mamá recorriendo, en el jardín, un largo camino hasta el portón de calle para recibir a su amiga Susana que llegaba siempre con una puteada en la boca o frases al estilo de: "¿cómo andan mis yeguitas?" (las yeguitas éramos mi hermana y yo). Y pensar en ella me lleva directo a sus hijos Darío y Sergio, fieles amigos de aventuras en bicicleta, trepadas extremas a los árboles de toda la calle Ombú, guerritas de ciruelas maduras, escapes fugaces de las clases de inglés, improvisación de obras de teatro, patines, fútbol, pileta volley.....
Casi podría decir que, mientras los recuerdos me asaltan y las palabras se escriben, las imágenes ya son en blanco y negro. Y entonces veo a mi papá llegar a casa en un Renault 12 blanco siempre con alguna sorpresita en el bolsillo y dispuesto a sacarse el traje para jugar en el pasto, el día que lo persiguieron las avispas porque cortó un panal del ligustro, caminatas hasta la estación. Viene otra vez mi mamá a mi mente, mientras esperaba conmigo en la esquina que pasara el micro naranja que me llevaba a la escuela. Elena, la mamá de Marisa que me miraba desde su casa a ver si llegaba bien a la mía.....Y podría seguir horas enlazando momentos, vivencias, imágenes .....
En septiembre del año pasado viajé a Buenos Aires, Marisa me esperaba, mi gran amiga que a través de los años y en contra de la distancia sigue estando y caminamos juntas desde muchos lugares. Susana murió hace mucho, poco después que nosotros vinimos a vivir a Córdoba. Encontré un abrazo cariñoso de Elena como siempre.
Caminé hasta "mi" casa. Parece que el jardín no era tan grande, el camino hacia el portón no era tan largo. La calle es de asfalto, sin zanjas y sin renacuajos. Y algo más: los micros naranjas ya no existen.
Me quedé unos segundos mirando, y la niña que me habita me pidió volver a mirar el guión original de esta película.
Mi mamá y mi papá me siguen acompañando, las sorpresitas ahora son para mis hijos y eso me encanta. Ellos están siendo los directores de su propia película. Con ese guión inigualable que una infancia con sensaciones lindas asegura.
Los recuerdos de la infancia son tesoros enormes para todo ser humano. Los registros desde los ojos de los niños, los tamaños de las cosas y los otros. Las sensaciones. Todo cuenta a la hora de saber quienes somos a través de nuestra historia. Regalemos a nuestros hijos todos los escenarios posibles para que su película les salga hermosa y les ayude a reconocerse cada vez que la miren. ¿Qué les parece?

Disciplina


Increíble pero real. Hoy me contaba una de las chicas de los martes que en el jardín de su hija, de cuatro años, utilizan una medida disciplinaria que a esta altura del milenio en el que vivimos, no pensé posible. Si un niño se "porta mal" debe dejar su bolsita en la dirección hasta el día siguiente, es decir, deja sus cosas confiscadas como para asegurarse que aprenda la lección. Ya eso da para hablar mucho y me parece insostenible pero esperen, que falta: ¿saben que hizo su hija para que le incautaran su bolsita? Se estaba riendo con dos compañeritas mientras la maestra quería hacer una actividad grupal. No me digan que no es absurdo, sancionaron a niñas de cuatro años por REIRSE.

Para los más estrictos que puedan decirme que el respeto a la maestra, al adulto, a la actividad grupal. Los entiendo, pero no podemos pretender que niños de cuatro años se prendan en las actividades que los adultos queremos como si fueran adultos también, o según los tiempos que se nos ocurra a nosotros. Hay muchas formas de hacer que los niños se interesen en una actividad y la aprovechen. Por otra parte las pertenencias de los niños tienen todo un gran significado para ellos. Son sus cosas y nadie tiene el derecho de quitárselas. En este caso la institución rompe una barrera que es importante para no terminar en situaciones abusivas en cuanto al otro y el derecho que creen tener sobr él.
Ni hablar de que con estos métodos se aprenda algo. ¡Lo único que nos faltaba era sacarles a los niños el derecho a reir!

lunes, 7 de julio de 2008

Mamá que da besos

"Mamá, no me des beso cuando me venís a buscar a la escuela" - me dijo Ezequiel un día en que lo busqué mientras cursaba su primer grado -.
"¿Por qué?" -le pregunté-.

"porque van a pensar que sos una mamá que da besos" -me contestó-.

Pobre Eze. No le hice mucho caso, y el ya se acostumbró. En realidad a mi me encanta ser una mamá que da besos, y mientras pueda seguir haciendolo, que me paren si pueden. jajaja
Esa rutina que aveces me cansa, como a muchas, de ir y venir buscando y trayendo a los chicos, a la vez me da ese placer del contacto con ellos.
Ellos saben que los espero y, aunque ese día Eze tuvo un ataque repentino de verguenza, a mi me encanta ser yo quien lo haga. Es un momento quizás muy corto y automático, pero que a mi me sirve para compartir con ellos. Y me encanta darles besos...

domingo, 6 de julio de 2008

Con ella NO



No crean por un sólo segundo que ella los va a perdonar.
Se cansó de escucharlos.
Ni siquiera piensen que será víctima de ese modo enfermo de "querer" que ustedes tienen y con el que pretenden que convivan sus hijas.
Fueron muchos los años de sufrimiento. La dañaron, la asustaron, la abandonaron.
Somos muchos los que queremos protegerla. Nos tiene a nosotros y no van a poder.
Ni se imaginen que el tiempo va a hacer que ella se olvide. Esas cosas no se olvidan. Son huellas eternas del horrible transitar por la maternidad y paternidad de algunas personas.
No podemos pensar en ustedes ahora. Suponemos que algo les habrá pasado, algo terrible para que hicieran eso, pero nosotros la protegemos a ella. Encuentren ustedes su propio camino.
No se les vaya a ocurrir seguir filtrandose en sus sueños transformándolos en pesadillas. Es en serio. Basta.
Durante muchos años estuvo sola, en manos de ustedes, sintiendo que sus noches eran interminables pasillos de un infierno, que en cuotas dolorosas la terminarían consumiendo hasta matarla. Pero ella es tan especial que encontró puertas escondidas en ese abismo y pudo salir. Y nosotros la estábamos esperando.
Ella nos envolvió con su luz, esa que ustedes no vieron, porque estuvieron ocupados en lastimarla impunemente.
Ella fue transformando esa tormentosa niñez rodeada de golpes y abusos, en recursos mágicos para recrear su historia, para renacer, reinventarse. Pudo formar una familia sin todas esas sombras que asfixian a cualquier niño que las tenga como compañeras.
Mejor se olvidan de ella, de intentar convencerla de que ya todo pasó, de que esas son cosas que pasan y de que no es tan grave.
Y listo, no tenemos más nada que decirles.
Lamentablemente muchos niños son víctimas de abusos y maltratos de toda índole. Quienes trabajamos en el área de las ciencias humanas nos encontramos con esta dura realidad de manera constante. Tener en cuenta que quien ha sufrido abuso sexual o de cualquier tipo vive con la sensación permanente de peligro, de acecho, de miedo ayuda a entender un poco este relato. Porque siempre esperaron que alguien los rescatara del infierno que les tocó vivir. Rescatarlos de quienes en realidad debieron protegerlos, cuidarlos. Nuestro compromiso desde la salud es sostener con respeto de los tiempos y de las posibilidades de cada uno para resignificar la historia. No ser intrusivos, contener, comprender, acompañar.
Muchas veces, en estos años me ha tocado acompañar a mujeres que de niñas habían atravesado situaciones de abuso y en quienes su propia maternidad hace un jaque. Se reactualizan muchas situaciones del círculo violento. Sobretodo se hace carne en ellas la falta de mirada materna que las rescate, si no es que muchas veces propicia el abuso. Para pensar y estar atentos.

El puerto


Otra vez Galeano y uno de esos relatos. Que lo disfruten:

"El puerto"
"La abuela Raquel estaba ciega cuando murió. Pero tiempo después, en el sueño de Helena, la abuela veía.
En el sueño, la abuela no tenía un montón de años, ni era un puñado de huesitos: ella era una niña de cuatro años que estaba culminando la travesía de la mar desde la remota Besarabia, una emigrante entre muchos emigrantes.
En la cubierta del barco, la abuela pedía a Helena que la alzara, porque el barco estaba llegando y ella quería ver el puerto de Buenos Aires.
Y así, en el sueño, alzada en brazos de su nieta, la abuela ciega veía el puerto del país desconocido donde iba a vivir toda su vida."

sábado, 5 de julio de 2008

La Abu Gladys

Cuando era chica había algo que disfrutaba más que nada en este mundo: ir a Uruguay a visitar a mi abuela o que ella cruzara el charco para visitarnos a nosotros.

Gran contadora de historias, de terror, princesas, piratas, países lejanos, historias. Introducía con sus palabras un montón de imágenes, sensaciones y curiosidades que nadie podía igualar.
No había antojo que yo sintiera que mi abuela no fuera capaz de escuchar y cumplir casi de inmediato. Con ella descubrí la magia desbordante de mirar las estrellas en el silencio del barrio de Malvin donde vivía.

Nos sentábamos solas en el jardín en las noches calientes del verano a mirar el cielo, hablando bajito como si el sonido de nuestras voces fuera capaz de desarmar con su vibrar las constelaciones que íbamos descubriendo.

No dudaba en desordenar su cama en un divertido intercambio de cosquillas y carcajadas.
Tenía el exacto sentido de la oportunidad como para preparar unas tortafritas calientes en medio de las tormentas de verano y una buena taza de leche con miel durante las de invierno.
Mi abuela me hizo amar el mar, aprender sus secretos, disfrutar sus sonidos.
Mi abuela me regaló sabores, el dulce de tomate, el pan casero, las tortas de chocolate....
Agradezco a la vida, que ella haya sido eso y mucho más. Agradezco su estar, su contar, su mirar.

Hoy es una bisabuela orgullosa y enamorada de mis hijos. Con sus 82 años y una salud que atenta contra sus impulsos audaces, termina convenciendo al más obsesivo de los médicos y consigue tozudamente el permiso para visitarnos.

Si no lo hiciera, no sería realmente ella.
Gracias Abu.


Todo niño que cuente con unos buenos abuelos cariñosos y dispuestos, ¡que lo disfrute! que es un tesoro para toda la vida.