Caminó descalza por el pasillo, intentando hacer el menor ruido posible. Mientras caminaba por esa especie de túnel en el que convergían todas las habitaciones de la casa, recordó a su madre. La pensó.
En segundos imaginó ese mismo recorrido transitado por aquella mujer que en sus recuerdos era hermosa, cariñosa, dulce, comprensiva. La capturó en esas imágenes borrosas que de vez en cuando irrumpían en su cabeza sin poder ella controlarlas. Aunque no siempre quería tener el don de hacerlo, prefería silenciosamente dejar que su madre regresara, aunque fuera de esa manera.
Siguió su recorrido y llegó a la habitación de Felipe. Entró muy despacito. Lo vio abrigadito en su cuna, y pensó: "tiene 7 meses y no puedo dejar de mirarlo". Se agachó suavemente al costado de la cuna, acercó su rostro a Felipe y sintió su olorcito, dejó que el calor que ese pequeño cuerpito generaba la envolviera. Agudizó sus oídos para captar los sonidos casi imperceptibles que su bebé hacía al dormir y su respiración melódica.
Algunas amigas le decían que era muy "pegota"con el bebé, pero ella había aprendido a decir a todo que si, y hacer un ejercicio de filtro permanente de lo que otros pensaban, decían y hacían con esto de ser madre. Y fue encontrando con Felipe su manera de hacerlo.
Siguió mirando un ratito a su hijo, y volvió a recordar a su madre.
¡Partió tan temprano para ella! Su papá se casó con una mujer cariñosa, buena y a quien ella sintió, a traves de los años, como una mamá.
Pero desde el embarazo de Felipe, la imagen de aquella, "su" mamá, a la que tuvo que dejar ir a sus diez años volvía de manera recurrente. Odiaba hasta las lágrimas no tener registros mas claros de ella misma siendo hija de su madre. Anheló relatos, historias algo que la acercara a su propio pasado. Victoria lloró. En silencio......
Lo hacía demasiado seguido para sus permisos habituales de llanto semanal. Ella, que todo lo había superado, que la vida la golpeó, pero también la compensó. Ella, que encontró en su camino a una mamá del corazón que la ama y la acompaña. Ella no llora con frecuencia.
Felipe se movió. Dio algunas vueltas en su cuna, se quejó, corrió las sábanas y la manta. Victoria se levantó del piso lentamente. Lo tapó, le hizo una caricia en su cachete calentito y rosado. Y en ese segundo, volvió a capturar a su madre. La sintió. Supo que había un registro más allá. La invadió la certeza de que siendo mamá, encontraba a su mamá perdida. Entendió que no podía ser sin razón este recorrido nocturno, esta mirada, este saber cuidar intuitivamente a Felipe, la conexión que había entre ellos desde la gestación. Descubrió en un instante que aquella mamá que ella no recordaba, estaba en su interior. Que sus vivencias como hija, guiaban sus pasos como madre. Que no necesitaba relatos, sino escuchar sus voces internas.
Volvió por el pasillo a su habitación. Juan dormía. No la escuchó.
Victoria había encontrado lo que estaba buscando desde el día que supo que sería mamá.
En segundos imaginó ese mismo recorrido transitado por aquella mujer que en sus recuerdos era hermosa, cariñosa, dulce, comprensiva. La capturó en esas imágenes borrosas que de vez en cuando irrumpían en su cabeza sin poder ella controlarlas. Aunque no siempre quería tener el don de hacerlo, prefería silenciosamente dejar que su madre regresara, aunque fuera de esa manera.
Siguió su recorrido y llegó a la habitación de Felipe. Entró muy despacito. Lo vio abrigadito en su cuna, y pensó: "tiene 7 meses y no puedo dejar de mirarlo". Se agachó suavemente al costado de la cuna, acercó su rostro a Felipe y sintió su olorcito, dejó que el calor que ese pequeño cuerpito generaba la envolviera. Agudizó sus oídos para captar los sonidos casi imperceptibles que su bebé hacía al dormir y su respiración melódica.
Algunas amigas le decían que era muy "pegota"con el bebé, pero ella había aprendido a decir a todo que si, y hacer un ejercicio de filtro permanente de lo que otros pensaban, decían y hacían con esto de ser madre. Y fue encontrando con Felipe su manera de hacerlo.
Siguió mirando un ratito a su hijo, y volvió a recordar a su madre.
¡Partió tan temprano para ella! Su papá se casó con una mujer cariñosa, buena y a quien ella sintió, a traves de los años, como una mamá.
Pero desde el embarazo de Felipe, la imagen de aquella, "su" mamá, a la que tuvo que dejar ir a sus diez años volvía de manera recurrente. Odiaba hasta las lágrimas no tener registros mas claros de ella misma siendo hija de su madre. Anheló relatos, historias algo que la acercara a su propio pasado. Victoria lloró. En silencio......
Lo hacía demasiado seguido para sus permisos habituales de llanto semanal. Ella, que todo lo había superado, que la vida la golpeó, pero también la compensó. Ella, que encontró en su camino a una mamá del corazón que la ama y la acompaña. Ella no llora con frecuencia.
Felipe se movió. Dio algunas vueltas en su cuna, se quejó, corrió las sábanas y la manta. Victoria se levantó del piso lentamente. Lo tapó, le hizo una caricia en su cachete calentito y rosado. Y en ese segundo, volvió a capturar a su madre. La sintió. Supo que había un registro más allá. La invadió la certeza de que siendo mamá, encontraba a su mamá perdida. Entendió que no podía ser sin razón este recorrido nocturno, esta mirada, este saber cuidar intuitivamente a Felipe, la conexión que había entre ellos desde la gestación. Descubrió en un instante que aquella mamá que ella no recordaba, estaba en su interior. Que sus vivencias como hija, guiaban sus pasos como madre. Que no necesitaba relatos, sino escuchar sus voces internas.
Volvió por el pasillo a su habitación. Juan dormía. No la escuchó.
Victoria había encontrado lo que estaba buscando desde el día que supo que sería mamá.
Es una sensación rara la de iniciar este blog. Me salió hacerlo con este relato, que fui armando en mi cabeza pensando en algunas historias de las que participé desde lo terapéutico. En este encuentro de nuestra madre interior, nuestro ser hijas nuestro ser madres.... ¡Cuantas cosas nos despierta nuestra maternidad!, sensaciones, olores, miedos, certezas..... mucho más. Quiero ir descubriendo a medida que salga.
Están todos invitados.
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